sábado, 7 de septiembre de 2019

Tiempo... 1 Pedro 1. 22 - 25



TIEMPO DE REFLEXIÓN

“Ahora ustedes, al obedecer al mensaje de la verdad, se han purificado para amar sinceramente a los hermanos.
Así que deben amarse unos a otros con corazón puro y con todas sus fuerzas. Pues ustedes han vuelto a nacer, y esta vez no de padres humanos y mortales, sino de la palabra de Dios, que es viva y permanente. Porque la Escritura dice: «Todo hombre es como hierba,
y su grandeza es como la flor de la hierba. La hierba se seca y la flor se cae,
pero la palabra del Señor permanece para siempre.» Y esta palabra es el evangelio que se les ha anunciado a ustedes”.   1 Pedro 1. 22 – 25

Si la palabra de un hombre puede cambiar el estado de ánimo de cualquier persona, si es capaz de herir o de animar a otro, ¿qué sucede con las palabras pronunciadas desde el cielo? 
La palabra que viene de Dios es verdad, realmente es más cortante que cualquier espada y llega y corta cualquier cosa que encuentre en nuestro corazón.
Pero no únicamente destruye sino que regenera, cuando la espada de Dios entra en el corazón de un hombre, destruye la identidad pasada otorgándole una nueva naturaleza, haciéndole parte de una nueva familia y adoptándole como hijo del Rey.
Esta palabra es eterna, no hay variación en ella, ciertamente permanecerá, aun cuando la carne se debilite, cuando los huesos se desgasten, aunque las fuerzas se acaben, la palabra que ha actuado en el interior del corazón permanecerá para siempre.
Esta palabra produce un cambio tan radical en el interior del corazón que purifica el alma, por medio de la palabra es que nuestros ojos son abiertos a la realidad pecaminosa y nos lleva al arrepentimiento, es por medio de la palabra que el Espíritu Santo nos mueve a amar a todos los que nos rodea de una manera genuina sin falsedad, porque el renacimiento no se produce de algo que se agota, sino de algo que perdurará por la eternidad.
Porque las palabras de Dios no cesarán, no tienen fin. Los que creemos podemos corroborar el poder de las palabras del evangelio, por medio de las cuales hemos renacido.
Toda la gloria sea a Dios, que se ha rebelado de una forma tan espectacular en nuestro corazón.
Dios les bendiga abundantemente.

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