jueves, 5 de septiembre de 2019

Leyendo... Santiago capítulo 5



LECTURA DIARIA:
Santiago capítulo 5

Dios llama “ricos” aquí, a aquellos que han acumulado bienes materiales a costa de otros y cuyo pensamiento y esperanza está en las riquezas y los bienes adquiridos.

La Biblia habla del denario, como la moneda de uso, por lo menos era la más usada, pero el término aquí se refiere más al salario de un día, y era equivalente a lo que necesitaba una familia para vivir un día. De ahí la importancia de que se trabajara todos los días, sino se trabajaba ese día, no se comía o se comía las sobras del día anterior, si quedaba.
En ese tiempo no había leyes laborales, ni sistemas legales que respaldaran al trabajador, ni que regularan su jornada de trabajo, ni tampoco que cuidaran de la seguridad industrial. Mucho menos un seguro de salud, a la manera de una obra social o mutual, directamente no existían. 
Dios a través de Santiago, reclama por aquellos que habiendo sido creados en igualdad de condiciones, teniendo el mismo valor humano y como hijos suyos, hijos de Dios, han sido reducidos a un trato inhumano, casi animal, no teniendo ropa, no teniendo alimento digno, ni para ellos, ni para sus familias. 
Dios les habla muy fuerte aquí, como en otros pasajes, hemos venido desnudos y desnudos nos hemos de ir. Él no está de acuerdo con el hecho de que se reduzca al prójimo al grado de esclavitud para engordar y acumular riquezas.
Que hermosa ilustración la del campesino que trabaja su tierra, para ver así crecer su quinta, su plantación, sus frutales, y ve como cada día su esfuerzo va tomando forma. Primero salen las hojitas, luego las flores, después los frutos, y así crecen cada día, continuamente, sin parar. Un día es diferente a otro día, todos los días crecen hojas nuevas, otras se caen, los frutos cambian de tamaño y de color, pero todo eso anuncia que cada día se acerca más la cosecha.
Así es nuestra vida cristiana, vamos creciendo día a día, nos vamos perfeccionando día a día, vamos tomando forma como hijos de Dios, y la Biblia dice que seguiremos creciendo así, hasta la plenitud de Cristo.
Cada día trae nuevas esperanzas, nuevos anhelos, y renueva nuestras fuerzas.
A veces también hay sufrimiento, o alguna complicación, como le pasa al campesino, cuando alguna plaga ataca su plantación, pero él conoce bien sus plantas, así que sabe cómo tratarlas.

Así nosotros también vemos cada día, el obrar de Dios en nuestra vida, con algunos problemas, de vez en cuando, pero contando con la asistencia continua de Dios, más si confiamos y esperamos en Él.
No nos quejemos, tampoco perdamos tiempo de quejarnos de nuestros hermanos, amigos o prójimo, si no han obrado como es debido.
Dice que tenemos que tomar ejemplo de los profetas, de su paciencia, de su amor por Dios, de su fidelidad y su perseverancia, muchas veces fueron rechazados, otras tantas veces, hasta sus mismos hermanos, aquellos que eran de su mismo pueblo y creían las mismas cosas no los entendieron.
Debemos aprender a tener convicciones firmes, que se note aún en nuestras palabras, que los demás no necesiten que andemos jurando por una cosa o por otra, para dar credibilidad a lo que decimos.
El estar jurando y perjurando, demuestra que los demás no nos creen, o por lo menos, es lo que le parece a la persona, por eso jura y perjura, asegurando así su mensaje.
La venida del Señor está cada vez más cerca, procuremos mejorar un poco cada día.
A través de la oración, podemos comunicarnos con Dios. Como también podemos interceder por una persona que está a miles de kilómetros.
Él nos escucha a cualquier hora que oremos. Nos habla de orar por los enfermos.
Vemos que aquí no se descarta al médico, la fe en Dios no es contraria a la atención médica. Si observamos bien, en la Biblia, no prohíbe en ningún momento atenderse con un médico, al contrario, la práctica de la medicina, parece aceptada ampliamente.
Dios nos dice aquí, “si hay alguno afligido, haga oración”, si hay alguno enfermo, haga oración”.
Incluso nos dice aquí, que llamemos a los ancianos de la iglesia, refiriéndose a aquellos hermanos con más experiencia en la fe y con mejor reconocimiento en la iglesia, para que ellos oren por el enfermo ungiéndole con aceite a la vez, y nos promete que va a intervenir directamente en la situación.
El pasaje nos recuerda al profeta Elías cuando Dios le mandó lluvia después de varios años que no llovía.
La fe además no tiene nada que ver con el énfasis de la voz, la postura del orador, la vestimenta del momento, etc. Es una convicción interna, una actitud del corazón.
No nos perdamos la oportunidad de ver un milagro de parte de Dios, cada problema, cada situación difícil, es una oportunidad para que Dios nos maraville una vez más.
No hay nada imposible para Dios, por eso confiemos, oremos y descansemos en Él.

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