lunes, 9 de septiembre de 2019

Leyendo... 1 Pedro capítulo 3



LECTURA DIARIA:
1 Pedro capítulo 3

Cuando un hombre se convertía, por lo general traía a toda su familia a la iglesia. Bajo la ley romana, el esposo y padre tenía autoridad absoluta sobre todos sus familiares, incluso su esposa.
En cambio, si el marido no estaba de acuerdo con las nuevas creencias de su esposa, ella podía poner en peligro su matrimonio al exigir sus derechos como una mujer libre en Cristo. Pedro tranquilizó a las mujeres cristianas casadas con incrédulos indicándoles que no tenían que predicarles a sus esposos. Su mejor manera de llegar a ellos sería mediante un servicio amoroso, ellas debían mostrarles al esposo el amor abnegado que Cristo le mostró a la Iglesia. Al ser esposas ejemplares, lograrían agradar a sus esposos.
Una vida transformada habla con mayor fuerza y claridad, y a menudo es el modo más eficaz de influir en un miembro de la familia. Pedro les dice a las esposas cristianas que cultiven una hermosura interior y que no vivan preocupadas por su apariencia exterior.
Ser sujetas significa cooperar voluntariamente con alguien, por amor y respeto a Dios y por esa persona.
Jesucristo se sometió a la muerte a fin de que pudiéramos ser salvos; quizás algunas veces debamos someternos a circunstancias desagradables con el propósito de que otros vean a Cristo en nosotros.
Cuando Pedro llama a las mujeres el "vaso más frágil", no se refiere a una inferioridad moral ni intelectual, sino que reconoce las limitaciones físicas de la mujer. Las mujeres de su época, si no eran protegidas por los hombres, eran vulnerables a los ataques, maltratos y desastres económicos.
Si un hombre no trata con respeto y consideración a su esposa, sus oraciones tienen estorbo, porque una relación viva con Dios depende de la buena relación con los demás.
Pedro presenta cinco elementos clave que deben caracterizar a cualquier grupo de creyentes: (1) armonía, al buscar las mismas metas; (2) compasión, al responder a las necesidades de los demás; (3) amor, al ver y tratar a los demás como hermanos; (4) compasión, al ser sensibles en nuestro afecto e interés; y (5) humildad, al procurar animar a otros y regocijarse con los triunfos de los demás. Estas cinco cualidades son de gran ayuda para que los creyentes puedan servir a Dios con eficiencia.
En nuestro mundo caído, a menudo se hiere verbalmente a las personas o se da la espalda si nos sentimos heridos. Pedro, recordando las enseñanzas de Jesús de dar la otra mejilla (Mateo 5.39), anima a sus lectores a responder con oración en favor de los ofensores. En el reino de Dios, la venganza es una conducta inaceptable, como el insultar a una persona, sin que importe si ha sido o no con intención.
A menudo vemos la paz como la ausencia de conflictos, y pensamos que el alcanzar la paz es una función pasiva. Pero un pacificador eficiente procura activamente la paz. Establece buenas relaciones, sabiendo que la paz es la consecuencia de nuestra entrega.
Lograr la paz puede ser una tarea difícil, mucho más que la de hacer la guerra, pero tendrá como resultado vida y felicidad.
Debemos creer que de verdad Dios controla todos los acontecimientos. Cuando El gobierna nuestros pensamientos y emociones, no seremos conmovidos por nada que pueda hacer el enemigo.
Dios les ha dado a todos la oportunidad de acudir a Él, pero eso no significa una segunda oportunidad para quienes rechazaron a Cristo estando vivos.  Pedro dice que la salvación de Noé a través de las aguas simbolizaba el bautismo, una ceremonia que incluye agua. Mediante el bautismo nos identificamos con Jesucristo, el que nos separa de los perdidos y nos da nueva vida. No es la ceremonia en sí la que nos salva, sino la fe en la muerte y resurrección de Cristo. El bautismo es el símbolo de la transformación que tiene lugar en el corazón de los que creen. Al identificarse con Cristo mediante el bautismo, los lectores de Pedro nunca podrían volver atrás, aun en medio de la presión de la persecución.

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