domingo, 8 de septiembre de 2019

Leyendo... 1 Pedro capítulo 2



LECTURA DIARIA:
1 Pedro capítulo 2

Cuando nacemos de nuevo, llegamos a ser niños espirituales. Desear la leche es un instinto natural de una criatura; y una señal de desear el alimento espiritual que nos llevará a crecer.
Una vez que vemos nuestra necesidad de la Palabra de Dios y empezamos a hallar nutrición en Cristo, nuestro apetito espiritual aumentará y empezaremos a madurar.
Pedro describe la Iglesia como casa espiritual de Dios, Pedro aplica la imagen de "piedra" a Cristo. Pedro muestra que la Iglesia no cancela la herencia judía, sino que la cumple. Muestra la Iglesia como un templo vivo y espiritual con Cristo como el fundamento y la piedra del ángulo, y cada creyente es como una piedra. Una piedra no es el templo y ni siquiera una pared; una parte del cuerpo es inútil sin las demás. En nuestra sociedad individualista, es fácil olvidar nuestra interdependencia con otros cristianos.
Los cristianos experimentarán desaliento en esta vida, pero su confianza en Dios nunca estará fuera de lugar. Con toda confianza podemos depender de Dios porque es genuina la vida eterna que nos ofrece.
Cristo, la piedra del ángulo es totalmente confiable;  es precioso para los creyentes; y aunque rechazado por algunos, Él es la parte más importante de la Iglesia.
A Jesucristo se le llama "piedra de tropiezo y roca que hace caer". Algunos tropiezan en Cristo porque lo rechazan o se niegan a creer que Él es el que afirma ser. Pero es la parte más importante del edificio de Dios, la Iglesia.
En la época del Antiguo Testamento, la gente no se acercaba a Dios directamente. Un sacerdote actuaba como intermediario entre Dios y el pecador. Con la victoria de Cristo en la cruz, eso cambió. Ahora podemos ir directamente a la presencia de Dios sin temor, y se nos ha dado la responsabilidad de llevar a otros a su presencia también. Cuando estamos unidos con Cristo como miembros de su cuerpo, nos unimos en su tarea de reconciliar a Dios con el hombre.
Hemos sido escogidos por Dios como su propiedad, y hemos sido llamados a representarlo delante de otros.
Como creyentes, somos "extranjeros y peregrinos" en el mundo, y nuestro verdadero hogar está con Dios. Algún día, después que Dios juzgue y destruya todo pecado, el reino de los cielos gobernará en toda la tierra.
Nuestra fidelidad debe ser a nuestra ciudadanía en los cielos, no a nuestra ciudadanía aquí, porque la tierra será destruida. Nuestra lealtad debe ser a la verdad de Dios, su forma de vida y a su dedicado pueblo.
El consejo de Pedro se asemeja al de Jesús en Mateo 5.16, si la conducta es irreprensible, incluso los enemigos terminarán alabando a Dios.
Cuando Pedro les dijo a sus lectores que debían respetar a las autoridades civiles, hablaba del Imperio Romano que estaba bajo la autoridad de Nerón. Es obvio que no les dijo a los creyentes que debían comprometer su conciencia.
Debemos hacerlo "por causa del Señor", para que se respeten sus buenas nuevas y su pueblo. Si somos perseguidos, debe ser por la causa de Cristo y no por quebrantar leyes morales o civiles.
Muchos cristianos eran criados. Pedro los anima a ser leales y perseverantes aun si llegaran a sufrir un trato injusto. De la misma manera, debemos someternos a nuestros empleadores, ya sean bondadosos o duros. Al hacerlo, podremos ganarlos para Cristo mediante nuestro buen ejemplo.
Podemos sufrir por muchas razones. Algunos sufrimientos son el resultado directo del pecado en nuestra vida; otros tienen lugar por nuestra necedad y otros son el resultado de vivir en un mundo caído. Pero aquí, Pedro se refiere a un sufrimiento que viene como resultado de hacer el bien. Cristo nunca pecó; sin embargo, sufrió a fin de que pudiéramos ser libres. Cuando seguimos el ejemplo de Cristo y vivimos para otros, también podemos llegar a sufrir. Nuestra meta debe ser afrontar el sufrimiento como lo afrontó El: con paciencia, calma y confianza en que Dios tiene el dominio del futuro.

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