lunes, 16 de septiembre de 2019

Leyendo... 1 Juan Introducción



LECTURA DIARIA:
1 Juan Introducción

Primera de Juan la escribió Juan, uno de los doce discípulos originales de Jesús. Es probable que fuera el "discípulo a quien amaba Jesús" (Juan 21.20) y que, junto con Pedro y Jacobo, llegó a tener una relación especial con Jesús.
Se escribió esta carta entre los años 85 - 90 d.C. desde Éfeso, antes que Juan estuviera exiliado en la isla de Patmos. Jerusalén había sido destruida en 70 d.C. y los cristianos fueron esparcidos por todo el imperio. En el tiempo en que Juan escribió esta epístola, el cristianismo ya existía por más de una generación. Había enfrentado y sobrevivido persecuciones severas.
El problema principal que enfrentaba la iglesia en ese momento era la pérdida de consagración. Muchos creyentes se conformaban a las normas de este mundo, no se mantenían firmes por Cristo y transigían en su fe. Los falsos maestros eran numerosos y aceleraron el deslizamiento de la iglesia, alejándola así de la fe cristiana. Juan escribió esta carta para poner a los cristianos otra vez en el camino, mostrándoles la diferencia entre la luz y las tinieblas (la verdad y el error), y animando a la iglesia a crecer en amor genuino para Dios y los demás.
También escribió para asegurarles a los creyentes verdaderos que poseían vida eterna y para ayudarles a conocer que su fe era genuina, de modo que pudieran disfrutar de todos los beneficios de ser hijos de Dios.
Como testigo del ministerio de Jesús, Juan estaba en condiciones para enseñar la verdad acerca de Él.
Los lectores de esta carta no habían visto ni oído a Jesús, pero podían confiar en que lo que Juan escribió era verdad. Aunque no hemos visto, oído ni tocado a Jesús en persona, tenemos los relatos de los testigos del Nuevo Testamento y podemos confiar en que ellos expusieron la verdad acerca de Él.
En esta epístola Juan se enfrentó a dos ramas principales de las enseñanzas falsas de los herejes. 1 Negaban la realidad del pecado. Juan dice que, si seguimos pecando, no podemos afirmar que somos de Dios. Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y nos negamos a aceptar la verdad. 2. Negaban que Cristo era el Mesías, Dios hecho carne. Juan afirmó que, si creemos que Jesucristo es Dios encarnado y confiamos en El para nuestra salvación, somos hijos de Dios.

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