jueves, 19 de septiembre de 2019

Tiempo... 1 Juan 3. 19 - 24



TIEMPO DE REFLEXIÓN

 “Y en esto conocemos que somos de la verdad, y aseguraremos nuestros corazones delante de él; pues si nuestro corazón nos reprende, mayor que nuestro corazón es Dios, y él sabe todas las cosas. 
Amados, si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios; y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él. Y este es su mandamiento: Que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y nos amemos unos a otros como nos lo ha mandado. Y el que guarda sus mandamientos, permanece en Dios, y Dios en él. Y en esto sabemos que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado”.  1 Juan 3. 19 – 24

Las dudas son y serán el gran enemigo interior del ser humano, dudas ante decisiones, dudas ante los problemas, dudas sobre lo incierto, dudas que crean incertidumbre e intranquilidad. Pero la duda no tiene por qué ser algo negativo, pero sí que puede llevarnos a perder muchas cosas.
La duda surge, un pequeño pensamiento aterriza en nuestra cabeza, se asienta y empieza a hacer raíces, y las raíces llegan a nuestro corazón, y nos llevan a preguntarnos, ¿realmente soy cristiano?
Pero ¿Pueden surgir las dudas acerca de Dios en alguien que es cristiano? ¿Un verdadero hijo de Dios puede plantearse que Dios no exista? Tristemente sí que es posible, pero no tiene nada que ver con Dios sino con nosotros. Cerca de Dios no existe la duda, sino la certeza, al estar con un espíritu activo que se relaciona con el Espíritu Santo que vive en nuestro interior lo único que crea es certeza e identidad, nuestro corazón nos reprende, y cuando nuestro corazón calla, el mismo Espíritu nos recuerda sus mandamientos.
Juan escribe este mensaje afirmando la confianza que debemos tener en Dios.
Cuando llegan momentos en que dejamos de relacionarnos con Dios, que nos alejamos de Él, ahí somos vulnerables, la presión y el mensaje de la sociedad acerca de la no existencia de Dios viene del cielo como un ave y hace nido en nuestro corazón, dejamos de relacionarnos con Dios, y llegan las incertidumbres, pero gracias, porque Él es el que permanece en nosotros, podemos ser como el hijo pródigo, pero de seguro Él nos hará volver en sí, nos llevará de nuevo a relacionarnos con Él, y las dudas se disiparán. El Espíritu Santo es el que se encarga de que nuestro gozo sea completo trayendo seguridad y certeza de que somos hijos de Dios.
Dios les bendiga abundantemente.

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