sábado, 21 de septiembre de 2019

Leyendo... 1 Juan capítulo 5



LECTURA DIARIA:
1 Juan capítulo 5

Nuestra fe está sustentada en el hecho de que Cristo, el ungido de Dios, su enviado, el mesías es Jesús quien vivió para cumplir la voluntad divina. Y todo aquel que cree en su testimonio ha nacido de Dios, y como ha nacido de Dios percibe su amor y con ese mismo amor ama a su familia.

Nuestro amor para con Dios se demuestra cuando elegimos seguir en nuestro corazón y poner por obra sus mandamientos.
Así como Dios nos ha dado su precioso amor, en nosotros ahora surge la necesidad imperiosa de obedecer su mandato a través de nuestra conciencia, no es sencillo, ni fácil al comienzo, pero poco a poco mientras más intimamos en oración y en las escrituras la obediencia se hace fácil. La desobediencia proviene de nuestra naturaleza carnal que ahora está sujeta a la naturaleza divina que ha surgido en nuestro interior, lo cual nos permite obedecer sin cuestionamientos, pero con verdad y conciencia, no obedecemos ciegamente, obedecemos porque podemos ver más allá de lo evidente al ojo humano.
Nacer de nuevo es algo que ocurre al interior, lo espiritual vuelve a renacer y es desde allí donde el creyente puede vencer al mundo y todo lo que este le ofrece. Con ese nuevo nacimiento surge el vehículo que nos conecta con lo espiritual que es la fe, y a través suyo podemos encontrar la fortaleza en medio de nuestra debilidad para alcanzar la victoria contra el pecado, contra nuestra vieja naturaleza.
Es por medio de la fe que lo espiritual puede volverse una realidad para el creyente, es por ella también que puede comprender la obra redentora de Cristo, y es por ella que creemos que Jesús es el Hijo de Dios, esto no puede ser entendido desde una perspectiva teológica o de la razón, es algo que surge desde el interior, algo que se intuye y se sabe, sin necesidad de tener un porque.
Para el mundo la verdad es un mero concepto, pero para el creyente la verdad es una realidad que se experimenta en su diario vivir, mientras es expuesto a la presencia de Dios a través de su Espíritu Santo. Su espíritu en nosotros nos permite comprender aquello que de otra manera parece ilógico. Como es posible que el Hijo de Dios venga por medio del agua y la sangre, pero su testimonio ahora es verdadero, antes parecía solo un cuento, ahora es real. Vino mediante agua y sangre porque ellos son tipología de la salvación, de un nuevo comienzo, de un nacimiento que tuvo lugar con su nacimiento de una virgen y la consumación de su obra en la cruz. Su ministerio comenzó con el agua con la que Juan bautista le bautizo sobre el Jordán, y termino su ministerio con el derramamiento de toda su sangre en la cruz como prueba de esa entrega total.
Tres sustancias dan testimonio de la verdad, ellas declaran y testifican que el mesías esperado llego por medio de ellas, Pues fue el espíritu quien le permitió se concebido por una virgen, el agua y la sangre consumaron su obra redentora para con la humanidad como catalizadores de esa esencia que fue entregada por la vida.
Estas tres sustancias provienen de Dios y para el dan testimonio de la verdad, por eso son más valederas que cualquier testimonio humano.
Quien creen en el hijo, le es revelado el testimonio que estas sustancias dan acerca de él, para el que no cree, esto es locura, no tiene sentido.
El hijo ha servido al propósito del Padre que le ha permitido hacer disponible la vida eterna por medio de la fe a los que creen. Estas sustancias esenciales dan testimonio de la vida, esa vida que comenzó con el hijo y ahora se perpetúa en nosotros.
El que permanece en unidad con el Hijo, tiene la vida y ella fluye por su ser, mientras aquel que no tiene al hijo, la vida espiritual no puede fluir por su ser.
Debe ser notorio para el creyente el entender por revelación lo que es la vida eterna y Juan habla sobre ella, aunque sus palabras son vacías si aquel que escucha no ha percibido el testimonio de la verdad.
Ahora confiados en la vida que nos pertenece, y a la cual pertenecemos, podemos ir confiadamente, pues la confianza solo puede surgir con el entendimiento y la verdad. Podemos acercarnos a Dios y pedir conforme a su voluntad mientras ella es revelada a nuestros corazones, no pedimos para satisfacer nuestros egos, pedimos para cumplir la voluntad del Padre, pues estamos confiados en que lo que él haya dispuesto es lo mejor para nosotros.
Confiados en el Padre y su atención para con nosotros en medio de la oración, la seguridad y la certeza son comunes al propósito por el que oremos. No podemos orar desde el temor, debemos orar desde la confianza, con la seguridad de que se nos ha concedido lo que pedimos si es conforme a la verdad.
Toda injusticia y toda obra que nace de la naturaleza carnal es pecado, pero este pecado no conduce a muerte si es atendido en forma diligente por la congregación y los hermanos en la fe. Pero existe un pecado que conduce a la muerte espiritual y por este Juan solicita que no se interceda pues por estos pecados como la blasfemia al Espíritu Santo, no hay intercesión que funcione a su favor.
Si hemos nacido de nuevo en Dios para vida eterna, el pecado ya no habita en nosotros, pero eso no nos hace infalibles, y como no somos perfectos, Jesús que tiene y conoce nuestra naturaleza nos protege y mientras no lo disponga, el adversario no puede tocar nuestras vidas.
Esto debe ser entendido, el control del mundo ya no le pertenece al hombre, este fue entregado al ceder al pecado, quien lo controla ahora reconoce nuestra nueva naturaleza e intentara devorarnos como león rugiente.
Pero no debemos temer, porque el Hijo ha venido, nos conoce, nos ha dado entendimiento para llegar a la verdad y dejar todo engaño, de modo que podamos reconocer al Dios verdadero y la vida eterna que ahora ha sido dispuesta en nuestros corazones por la fe.
Como hijos de Dios apartémonos de toda idolatría, de darle mayor importancia a las cosas o personas que no deben tenerlo, para que al darle la importancia que Dios merece en nuestras vidas podamos tener una experiencia de vida enriquecida por la gracia divina y el amor del Padre.

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