TIEMPO
DE REFLEXIÓN
“Aconteció
después, que él iba a la ciudad que se llama Naín, e iban con él muchos de sus
discípulos, y una gran multitud.
Cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad,
he aquí que llevaban a enterrar a un difunto, hijo único de su madre, la cual
era viuda; y había con ella mucha gente de la ciudad. Y cuando el Señor la vio,
se compadeció de ella, y le dijo: No llores. Y acercándose, tocó el
féretro; y los que lo llevaban se detuvieron. Y dijo: Joven, a ti te digo,
levántate. Entonces se incorporó el que había muerto, y comenzó a hablar. Y lo
dio a su madre. Y todos tuvieron miedo, y glorificaban a Dios, diciendo: Un
gran profeta se ha levantado entre nosotros; y: Dios ha visitado a su pueblo. Y
se extendió la fama de él por toda Judea, y por toda la región de alrededor”.
Lucas
7. 11 – 17.
La
realidad espiritual es que si Cristo no nos hubiese encontrado, hoy estaríamos
muertos espiritualmente. Cada uno de nosotros necesitó de un encuentro personal
con Jesucristo, necesitó de su toque divino, para poder nacer de nuevo y tener
una segunda oportunidad. Jesús usa su toque divino para muchas cosas: para
limpiarnos, para darnos calma, para dar luz a nuestro espíritu, para darnos
confianza, para liberarnos, para darnos vida y para traer sanidad al alma, al
cuerpo y al espíritu.
El
verbo “tocar” viene del griego “japto” que significa: “sujetarse, aferrarse,
encender con fuego”, equivale a experimentar el poder de Dios.
Jesús
tocó al joven muerto y lo resucitó. Igualmente, es el llamado del evangelio
para aquellos que se encuentran muertos en sus delitos y pecados. Es solo por
su Palabra que tenemos vida espiritual. Cristo usó estos milagros para mostrar
que la condición de ambos era temporal (duermen) y que sería restaurada por Él.
Nuestra condición espiritual fue restaurada, cuando la luz de Cristo llegó a
nuestro espíritu, para revivirlo.
El
Señor tuvo compasión de todos nosotros. Cada vez que Cristo da vida espiritual
a alguien, es un milagro. Es un alma muerta levantada a la vida espiritual por
el poder divino del evangelio. Es la visita de gracia sobre nosotros. Así como
en Naín lo expresaron con alabanza: “Y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran
profeta se ha levantado entre nosotros; y Dios ha visitado a su pueblo”.
Anhelemos
que Dios siga visitando a muchos, siga derramando su gracia salvadora sobre los
que están muertos en su espíritu. Somos la voz que debe proclamar el evangelio
y decir: “levántate de entre los muertos, y te alumbrará Cristo”. Dios quiere a
través de nosotros, dar vida espiritual a quién lo necesita.
¿Cuántos
estamos dispuestos a anunciar las buenas nuevas de salvación?
Dios
les bendiga abundantemente.
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