LECTURA
DIARIA:
Lucas
capítulo 7
Un
centurión era el encargado de cien hombres en el ejército romano.
El centurión
vino a Jesús porque creía que Dios envió a Jesús. En Mateo 8.5 dice que el
centurión romano visitó personalmente a Jesús, mientras que Lucas 7.3 dice que
envió a unos ancianos de los judíos para presentar su petición a Jesús. Para su
audiencia judía, Mateo enfatizó la fe del hombre. Para su audiencia gentil,
Lucas destaca las buenas relaciones entre los ancianos judíos y el centurión
romano. El centurión no esperaba que Jesús fuera a él. Así como no necesitaba
estar presente para que sus órdenes se llevaran a cabo, tampoco Jesús necesitó
estar presente para sanarlo. La fe del centurión fue en especial sorprendente,
porque era un gentil que aún no conocía el amor de Dios.
La
situación de la viuda, de este pasaje, era seria. Perdió a su esposo y ahora a
su hijo único, su medio de sustento. El grupo de dolientes volvería a su hogar
y ella quedaría abandonada sin dinero ni amigos. Lucas enfatiza, que Jesús vino
para ayudar y fue lo que hizo. Jesús tenía poder para dar esperanza en medio de
cualquier tragedia, como en este caso al resucitar al hijo de la viuda..
Juan
el Bautista estaba confundido porque los informes recibidos relacionados con Jesús
eran inesperados e incompletos. Sus dudas eran naturales y Jesús no lo
reprendió por esto; en cambio, contestó de manera que Juan comprendiera, al
explicarle que El cumplía las cosas que se esperaba que hiciera el Mesías.
Las
pruebas enumeradas aquí para demostrar que Jesús es el Mesías son importantes.
Consisten de hechos palpables, no teorías, acciones que los contemporáneos de
Jesús vieron. Estas pruebas físicas ayudaron a Juan.
Nadie
cumplió mejor el propósito dado por Dios que Juan. Juan fue el último profeta,
el último en preparar a la gente para la era mesiánica. Jesús no hacía un
contraste entre Juan hombre con cristianos particulares, sino la oposición
entre la vida antes de Cristo con la vida en la plenitud de su Reino.
Los
recaudadores de impuestos y las personas comunes oyeron el mensaje de Juan y se
arrepintieron. En contraste, los líderes religiosos rechazaron sus palabras.
Querían vivir a su manera, se negaron a prestar atención a otras ideas.
Los
líderes religiosos odiaban a cualquiera que hablara la verdad y desenmascarara
la hipocresía, y no se molestaron en ser lógicos en sus críticas. Criticaron a
Juan el Bautista porque ayunaba y no tomaba vino, criticaron a Jesús porque
comía en abundancia y tomaba vino con los recaudadores de impuestos y
"pecadores". Lo que fariseos y expertos en la Ley no soportaban era
que les descubrieran su hipocresía.
Un
incidente ocurrió cuando uno de los fariseos invitó a Jesús a su casa, de algún
modo entró en la casa una mujer y se arrodilló ante Jesús. En la época de
Jesús, se acostumbraba recostarse mientras se comía. Los invitados se
recostaban sobre lechos con sus cabezas cerca de la mesa, permitiéndoles
apoyarse en un codo y estirar sus pies. La mujer pudo con facilidad ungir los
pies del Señor sin tener que acercarse a la mesa.
Ante
el acto de esta mujer, aquí Lucas compara de nuevo a los fariseos con los
pecadores. Simón el fariseo cometió varios errores al pasar por alto lavar los
pies de Jesús, una cortesía que se extendía a los invitados, ya que con el uso
de las sandalias los pies se ensuciaban mucho, ungir su cabeza con aceite y
ofrecerle el beso de bienvenida. La mujer pecadora, por contraste, derramó
lágrimas y perfume costoso y besó a su Salvador.
Aunque
es la gracia de Dios mediante la fe lo que nos salva y no actos de amor ni de
generosidad, los hechos de esta mujer demostraron su verdadera fe, la cual
Jesús honró.
Los
fariseos pensaban que solo Dios podía perdonar pecados, de manera que se
admiraban que este hombre, Jesús, dijera que los pecados de la mujer eran
perdonados. No veían a Jesús como Dios.
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