LECTURA
DIARIA:
Lucas
capítulo 16
La
parábola del mayordomo deshonesto ilustra la mayordomía de la riqueza. Jesús no
aprueba el fraude del mayordomo, pero elogia su prudencia al usar las
oportunidades del presente para incrementar su futuro patrimonio.
Jesús
no sugiere que una persona deba comprar su entrada al cielo, sino pone de
relieve que la forma en que se ejercita la mayordomía constituye una prueba de
nuestra relación con Dios. Dios prueba la capacidad para recibir las verdaderas
riquezas del cielo por el uso que hacemos de las posesiones materiales. La
actitud hacia el dinero es una señal de la sumisión ante Dios, o la rebelión en
su contra.
Debido
a que los fariseos amaban el dinero, hicieron una excepción con la enseñanza de
Jesús.
Los
fariseos actuaban píamente para que otros los admiraran, pero Dios sabía lo que
había en sus corazones. Consideraban que la riqueza mostraba la aprobación de
Dios. El Señor detestó sus posesiones porque motivaron el abandono de su
verdadera espiritualidad.
Juan
el Bautista era la línea divisoria entre el Antiguo y el Nuevo Testamentos. Con
Jesús se hicieron realidad todas las esperanzas de los profetas. Enfatizó que
su Reino cumplió la Ley (el Antiguo Testamento); no la abrogó (Mateo 5.17). No
implantó un nuevo sistema, sino consumó el antiguo. El mismo Dios que obró a
través de Moisés obraba mediante Jesús.
La
mayoría de los líderes religiosos de la época de Jesús permitían que el hombre
se divorciara de su esposa casi por cualquier motivo. Lo que Jesús enseñó en
cuanto al divorcio fue más allá de lo que Moisés enseñó. Jesús dice en términos
inequívocos que el matrimonio es un compromiso para toda la vida.
Los
fariseos consideraban la prosperidad como una prueba de rectitud. Jesús los
alarmó con esta historia donde se premia a un mendigo enfermo y se castiga a un
hombre rico. El rico no fue al infierno por sus riquezas, sino por egoísmo. No
alimentó a Lázaro, no le permitió entrar en su casa, ni cuidó de su salud. A
pesar de sus muchas bendiciones, fue un hombre duro de corazón. El rico pensó
que sus cinco hermanos sin duda creerían a un mensajero que resucitara. Pero
Jesús dijo que si no creyeron a Moisés y a los profetas, los que siempre
hablaban de la importancia de cuidar de los pobres, ni siquiera una resurrección
los convencería. Los fariseos estaban aferrados a su manera de pensar y ni las
Escrituras ni el Hijo de Dios mismo lograrían variar su posición.
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