LECTURA
DIARIA:
Lucas
capítulo 10
Jesús
ahora designa un grupo de setenta discípulos para preparar algunas ciudades que
El visitaría más tarde.
Estos discípulos no poseían calificaciones únicas. No
eran los más educados, ni los más capaces, ni los de más alto nivel social que
otros seguidores de Jesús. Lo que los capacitó para su misión fue su
conocimiento del poder de Jesús y su visión para llegar a toda la gente.
Jesús
envió treinta y cinco parejas para alcanzar las multitudes.
Jesús
dice que enviaba a sus discípulos "como corderos en medio de lobos".
Debían tener mucho cuidado, sin duda enfrentarían oposición.
La
orientación de Jesús de quedarse en una sola casa evitaba ciertos problemas.
Cambiarla podría ofender a las familias que los recibieron antes. Las familias
empezarían a competir para contar con la presencia de los discípulos y algunos
podrían pensar que no eran lo bastante buenos para oír su mensaje.
Jesús
dio dos normas a los discípulos para el viaje. Debían comer lo que les pusieran
delante, o sea, aceptarían la hospitalidad sin críticas, y sanarían los
enfermos. Gracias a ello, la gente estaría dispuesta a oír el evangelio.
Sodoma
era una ciudad perversa que Dios destruyó por su pecaminosidad extrema (Génesis
19). El nombre de la ciudad se usa a menudo como símbolo de perversidad e
inmoralidad. Sodoma sufrirá en el día del juicio, pero las ciudades que vieron
y rechazaron al Mesías sufrirán mucho más.
Capernaum
era la base de Jesús para su ministerio galileo. La ciudad era un cruce de
caminos importantes que usaban los viajeros y el ejército romano, y un mensaje
que se daba en Capernaum se extendería a lugares mucho más distantes. Sin
embargo, mucha gente de allí no entendió los milagros de Jesús ni dio crédito a
sus enseñanzas. La ciudad se incluía entre las que se juzgarían por rechazar a
Jesús.
Los
discípulos vieron grandes resultados al ministrar en el nombre y con la
autoridad de Jesús. Estaban muy contentos con las victorias obtenidas al
testificar y Jesús se gozó con ellos. Sin embargo, los hizo reflexionar al
recordarles que había una victoria mucho más importante: que sus nombres estén
escritos en el cielo. Este honor era mucho más importante que cualquier otro
logro.
A
sus discípulos, que les impactó el poder sobre los espíritus malignos
("serpientes y escorpiones"), Jesús les dio esta clase de
advertencia: "Lo vuestro es el tipo de orgullo que hizo caer a Satanás.
¡Cuídense!".
Jesús
agradeció a Dios que la verdad espiritual fuera para todos, no solo para un
grupo selecto.
La
misión de Cristo fue revelar a Dios el Padre a la gente. Explicó el amor de
Dios mediante parábolas, enseñanzas y, sobre todo, con su vida.
Los
discípulos tenían una oportunidad maravillosa: ser testigos presenciales de
Cristo, el Hijo de Dios. No obstante, durante varios meses no lo apreciaron
como era debido, ni en verdad lo escucharon ni le obedecieron.
Los
hombres de Dios del Antiguo Testamento, como el rey David y el profeta Isaías,
dijeron muchas profecías inspiradas por Dios que Jesús cumplió.
Jesús
les dijo a sus oyentes: "desearon ver lo que vosotros veis": la
llegada del Reino de Dios.
Un
experto en la Ley de Moisés se refirió a Deuteronomio 6.5 y Levíticos 19.18.
Entendía muy bien que la Ley demandaba total devoción a Dios y amor al prójimo.
Jesús habló más acerca de estas leyes y lo explicó con la parábola del buen
samaritano.
Los
expertos en la Ley trataron al herido como un tema de discusión; los ladrones,
como un objeto de explotación; los sacerdotes, como un problema a evitar; y el
levita como un objeto de curiosidad. Solo el samaritano lo trató como una
persona a la que se debía amar.
Existía
un odio profundo entre judíos y samaritanos. Para este experto en leyes judías,
la persona que parecía actuar como se debía era el samaritano. En realidad, no
podía ni siquiera pronunciar la palabra samaritano cuando contestaba la pregunta
de Jesús. Su actitud de experto traicionó su falta de amor, lo que antes
manifestó que la Ley mandaba.
Marta
y María amaban a Jesús. En esta ocasión ambas le servían. Pero Marta pensó que
el estilo de servicio de María era inferior al de ella. No dedujo que en su
deseo de servir descuidaba a su visita. Jesús no condenó a Marta por
preocuparse de los quehaceres de la casa. Solo le pidió fijar prioridades.
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