miércoles, 6 de marzo de 2019

Leyendo... Lucas capítulo 12



LECTURA DIARIA:
Lucas capítulo 12

Al contemplar las multitudes que le seguían para oírle, Jesús advirtió a sus discípulos que se cuidaran de la hipocresía, es decir, aparentar bondad cuando sus corazones se hallan lejos de Dios.
Los fariseos no podían mantener sus actitudes ocultas para siempre. Su egoísmo crecería como levadura y muy pronto quedarían expuestos a lo que en verdad eran: impostores hambrientos de poder, líderes religiosos sin devoción.
Jesús dice que el pecado contra el Espíritu Santo es imperdonable. El pecado contra el Espíritu Santo significa atribuir a satanás la obra que el Espíritu Santo lleva a cabo. También involucra un rechazo deliberado y terco a su obra y a Dios mismo. Una persona que comete este pecado se auto margina de Dios, al grado que pasa por alto todo tipo de pecado.
Los discípulos sabían que no podían dominar una disputa religiosa con los educados líderes judíos. Sin embargo, no los abandonarían sin preparación. Jesús les prometió que el Espíritu Santo enseñaría las palabras necesarias. El testimonio de los discípulos no impresionaría, pero sí mostraría la obra de Dios en el mundo mediante la vida de Jesús.
Jesús se refiere a un asunto de gran importancia, una buena actitud hacia la acumulación de riquezas. La vida es más que bienes materiales, nuestra relación con Dios es mucho más importante.
Jesús dice que la buena vida no tiene nada que ver con ser rico. Es exactamente lo opuesto de lo que por lo general dice la sociedad.
Jesús narra una parábola sobre eso, el hombre de la historia de Jesús murió antes de que pudiera empezar a usar lo almacenado en sus graneros. Planear para nuestra jubilación, preparándonos para vivir antes de morir, es sabio, pero pasar por alto la vida después de la muerte es desastroso.
Jesús nos manda a no preocuparnos. Solo la fe puede liberarnos de la ansiedad que causa la codicia y la avaricia. Es bueno trabajar y planificar con responsabilidad, pero no es bueno depender de nuestros métodos, pues nuestra planificación puede fracasar. La preocupación no sirve ya que no puede satisfacer ninguna de nuestras necesidades; la preocupación es una actitud necia porque el Creador del universo nos ama y sabe lo que necesitamos. Convertir el Reino de Dios en la preocupación primaria significa dar a Jesús el lugar de Señor y Rey en la vida. Él debe controlar cada aspecto: trabajo, distracciones, planes, relaciones.
Jesús expresa que se prepara un reino para sus seguidores. Muchos griegos lo percibieron como un reino celestial, no corporal. Los judíos, como Isaías y Juan el escritor de Apocalipsis, vieron esto como un reino terrenal restaurado.
El "bautismo" al que Jesús se refiere es su futura crucifixión. Hablaba del dolor físico y también del espiritual que implicaba una separación completa de Dios a fin de morir por los pecados del mundo.
Jesús reveló que su venida muchas veces acarrea conflicto. El demanda una respuesta, de modo que grupos íntimos quizás se separen cuando algunos decidan seguirle y otros se nieguen a hacerlo. Con Jesús no hay términos medios. La lealtad debe declararse y la entrega llevarse a cabo aunque algunas veces se afecten otras relaciones.
Según gran parte de la historia, aseguramos que la ocupación principal en aquel tiempo era la agricultura. Para su supervivencia, el agricultor dependía directamente del clima. Necesitaba la debida cantidad de sol y lluvia, ni mucha ni poca, para sobrevivir, y aprendió de forma especial la técnica de interpretar las señales de la naturaleza. Jesús predicaba acerca de un hecho que conmovería toda la tierra y que sería aún más importante que el año de cosecha, la venida del Reino de Dios. El Reino, como una tormenta o un día soleado, anunciaba su inminente aparición mediante señales. Pero los oyentes de Jesús pensaban que eran lo bastante capaces para interpretar el clima obviando con toda intención las señales de los tiempos. Sus valores estaban confundidos.

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