LECTURA
DIARIA:
Lucas
capítulo 12
Al
contemplar las multitudes que le seguían para oírle, Jesús advirtió a sus
discípulos que se cuidaran de la hipocresía, es decir, aparentar bondad cuando
sus corazones se hallan lejos de Dios.
Los fariseos no podían mantener sus
actitudes ocultas para siempre. Su egoísmo crecería como levadura y muy pronto
quedarían expuestos a lo que en verdad eran: impostores hambrientos de poder,
líderes religiosos sin devoción.
Jesús
dice que el pecado contra el Espíritu Santo es imperdonable. El pecado contra
el Espíritu Santo significa atribuir a satanás la obra que el Espíritu Santo
lleva a cabo. También involucra un rechazo deliberado y terco a su obra y a
Dios mismo. Una persona que comete este pecado se auto margina de Dios, al
grado que pasa por alto todo tipo de pecado.
Los
discípulos sabían que no podían dominar una disputa religiosa con los educados
líderes judíos. Sin embargo, no los abandonarían sin preparación. Jesús les
prometió que el Espíritu Santo enseñaría las palabras necesarias. El testimonio
de los discípulos no impresionaría, pero sí mostraría la obra de Dios en el
mundo mediante la vida de Jesús.
Jesús
se refiere a un asunto de gran importancia, una buena actitud hacia la
acumulación de riquezas. La vida es más que bienes materiales, nuestra relación
con Dios es mucho más importante.
Jesús
dice que la buena vida no tiene nada que ver con ser rico. Es exactamente lo
opuesto de lo que por lo general dice la sociedad.
Jesús
narra una parábola sobre eso, el hombre de la historia de Jesús murió antes de
que pudiera empezar a usar lo almacenado en sus graneros. Planear para nuestra
jubilación, preparándonos para vivir antes de morir, es sabio, pero pasar por
alto la vida después de la muerte es desastroso.
Jesús
nos manda a no preocuparnos. Solo la fe puede liberarnos de la ansiedad que
causa la codicia y la avaricia. Es bueno trabajar y planificar con
responsabilidad, pero no es bueno depender de nuestros métodos, pues nuestra
planificación puede fracasar. La preocupación no sirve ya que no puede satisfacer
ninguna de nuestras necesidades; la preocupación es una actitud necia porque el
Creador del universo nos ama y sabe lo que necesitamos. Convertir el Reino de
Dios en la preocupación primaria significa dar a Jesús el lugar de Señor y Rey
en la vida. Él debe controlar cada aspecto: trabajo, distracciones, planes,
relaciones.
Jesús
expresa que se prepara un reino para sus seguidores. Muchos griegos lo
percibieron como un reino celestial, no corporal. Los judíos, como Isaías y
Juan el escritor de Apocalipsis, vieron esto como un reino terrenal restaurado.
El
"bautismo" al que Jesús se refiere es su futura crucifixión. Hablaba
del dolor físico y también del espiritual que implicaba una separación completa
de Dios a fin de morir por los pecados del mundo.
Jesús
reveló que su venida muchas veces acarrea conflicto. El demanda una respuesta,
de modo que grupos íntimos quizás se separen cuando algunos decidan seguirle y
otros se nieguen a hacerlo. Con Jesús no hay términos medios. La lealtad debe
declararse y la entrega llevarse a cabo aunque algunas veces se afecten otras
relaciones.
Según
gran parte de la historia, aseguramos que la ocupación principal en aquel
tiempo era la agricultura. Para su supervivencia, el agricultor dependía
directamente del clima. Necesitaba la debida cantidad de sol y lluvia, ni mucha
ni poca, para sobrevivir, y aprendió de forma especial la técnica de
interpretar las señales de la naturaleza. Jesús predicaba acerca de un hecho
que conmovería toda la tierra y que sería aún más importante que el año de
cosecha, la venida del Reino de Dios. El Reino, como una tormenta o un día
soleado, anunciaba su inminente aparición mediante señales. Pero los oyentes de
Jesús pensaban que eran lo bastante capaces para interpretar el clima obviando con
toda intención las señales de los tiempos. Sus valores estaban confundidos.
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