LECTURA
DIARIA:
Juan
capítulo 1
El Verbo era
una expresión usada por teólogos y filósofos, judíos y griegos por igual, de
muchas maneras diferentes.
En las Escrituras hebreas, el Verbo era un agente de
creación, la fuente del mensaje de Dios a su pueblo por medio de sus profetas y
la ley de Dios, su norma de santidad. En la filosofía griega, el Verbo era el
principio de la razón que gobernaba al mundo o el pensamiento que estaba aún en
la mente, mientras que en el pensamiento hebreo el Verbo era otra forma de
decir Dios.
La
descripción de Juan muestra claramente que se refiere a Jesús (1.14); un ser
humano que conocía y amaba, pero que era a la vez el Creador del universo, la
suprema revelación de Dios, la imagen viviente de la santidad de Dios, y
"todas las cosas en El subsisten". Para los lectores judíos, "el
Verbo era Dios" era una blasfemia. Para los lectores griegos, "aquel
Verbo fue hecho carne" era impensable.
Para Juan,
este nuevo entendimiento del Verbo era el evangelio, las buenas nuevas de
Jesucristo. Jesucristo es el creador de la vida y su vida ofrece luz a la
humanidad. "Las tinieblas no prevalecieron contra ella" significa que
las tinieblas de maldad nunca han triunfado ni triunfarán ni apagarán la luz de
Dios. A pesar de que Cristo creó el mundo, la gente que creó no lo reconoció
(1.10).
El
"Verbo fue hecho carne", significa: se convirtió en humano. Cristo
vino a ser el Maestro perfecto, en la vida de Jesús vemos cómo Dios piensa y
por lo tanto cómo debiéramos pensar; el ejemplo perfecto. Él es el modelo de lo
que debemos ser, nos muestra cómo vivir y nos da poder para vivir de esa
manera; el sacrificio perfecto: Jesús vino como un sacrificio por todos los
pecados y su muerte satisface las demandas de Dios para la cancelación del
pecado.
El
"unigénito del Padre" significa que Jesús es el único y singular Hijo
de Dios. El énfasis está puesto en lo singular. Jesús es único y disfruta de
una relación con Dios que es diferente de la de los creyentes llamados
"hijos" que afirman ser "engendrados de Dios". Cuando Jesús
nació, Dios se hizo hombre. No era mitad hombre ni mitad Dios, era todo Dios y
todo hombre. Antes de que Cristo viniera, la gente podía conocer a Dios en
parte. Luego de su venida, lo conoció en su totalidad porque vino visible y tangible
en Jesús. Cristo es la expresión perfecta de Dios en forma humana.
Los dos
errores más comunes son minimizar su humanidad o minimizar su divinidad. Jesús
es tanto Dios como hombre. La naturaleza y la voluntad de Dios se revelaron en
la Ley; ahora la naturaleza y la voluntad de Dios se revelan en Jesucristo.
En Cristo,
Dios reveló su naturaleza y esencia de una forma que podía verse y tocarse. En
Cristo, Dios se hizo hombre y habitó entre nosotros. Juan el Bautista se
proclamó, en palabras del profeta Isaías en el Antiguo Testamento, como la
"voz que clama en el desierto; preparad camino para Jehová" (Isaías
40.3). Juan enfatizó solo la razón por la que vino: a preparar el camino para
el Mesías. Los fariseos no entendían lo más importante. Querían saber quién era
Juan, pero este quería que ellos supieran quién era Jesús. Juan estaba
bautizando judíos. Los esenios (una estricta secta monástica de judíos)
practicaban el bautismo para purificación, pero por lo general solo los que no
eran judíos (gentiles) se bautizaban al convertirse al judaísmo.
Cuando los
fariseos preguntaron con qué autoridad bautizaba, estaban diciendo: "¿Por
qué tratas al pueblo escogido de Dios como si fueran gentiles?" Juan
contestó: "Yo bautizo con agua". Simplemente ayudaba a la gente a cumplir
con un acto simbólico de arrepentimiento. Pero muy pronto vendría uno que en
verdad perdonaría pecados, algo que solo el Hijo de Dios, el Mesías, podría
hacer. Juan el Bautista manifestó que no era digno ni de ser esclavo de Cristo.
En el bautismo de Jesús, Juan el Bautista lo declaró como el Mesías. En ese
momento Dios le dio una señal a Juan de que en verdad Él había enviado a Jesús
(1.33).
¿Por qué
estos discípulos dejaron a Juan el Bautista? Porque eso es lo que Juan quiso
que hicieran; los guió a Cristo, los preparó para que lo siguieran. Uno de los
dos discípulos fue Andrés (1.40).
El otro
quizás fue Juan, el escritor de este libro, o Felipe, al que se menciona a
menudo. Estos fueron los primeros discípulos de Jesús, junto con Simón Pedro
(1.42) y Natanael (1.45)
Jesús no
solo vio quién era Pedro, sino quién llegaría a ser. Por eso le asignó un nuevo
nombre: Cefas en arameo, Pedro en griego (el nombre significa "una
roca"). A través de los Evangelios, no se presenta a Pedro como
"piedra sólida", pero llegó a ser una "roca" en los días de
la iglesia primitiva, como nos lo relata el libro de los Hechos.
Cuando
Natanael oyó que el Mesías procedía de Nazaret, se sorprendió. Felipe le
respondió: "Ven y ve". Por fortuna, Natanael fue a ver a Jesús y llegó
a ser su discípulo. Jesús conocía todo lo referente a Natanael antes de que se
encontrasen cara a cara.
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