LECTURA
DIARIA:
Juan
capítulo 7
La
Fiesta de los Tabernáculos tenía lugar en octubre, alrededor de seis meses
después de la celebración de la Pascua. La fiesta conmemoraba los días en que
los israelitas peregrinaban por el desierto y vivían en tabernáculos.
A
los hermanos de Jesús les resultaba difícil creer en El. A la larga, algunos de
estos hermanos llegarían a convertirse en líderes de la iglesia (Santiago, por
ejemplo), pero durante varios años se avergonzaron de Jesús.
Los
líderes religiosos lo odiaban y muchos lo rechazaban. Cuanto más enseñaba y
obraba Jesús en público, más problemas causaban dichos líderes a Jesús y a sus
seguidores. Los líderes religiosos tenían gran influencia sobre la gente común.
Al parecer no pudieron hacerle gran cosa a Jesús durante este tiempo, pero
amenazaban a cualquiera que pudiera apoyarlo públicamente.
La
expulsión de la sinagoga era una de las represalias por creer en Cristo. Para
un judío, esto constituía un castigo severo.
Los
fariseos pasaban sus días tratando de alcanzar la santidad mediante la
observación de las reglas meticulosas que habían agregado a la Ley de Dios. La
acusación de Jesús de que no guardaban la Ley de Moisés los hirió
profundamente. A pesar del pomposo orgullo propio y del que sentían por sus
reglas, ni siquiera llegaban a cumplir con su religión legalista, pues vivían
muy por debajo de lo que requería la Ley de Moisés.
La
mayoría de las personas tal vez no estaban al tanto de la conspiración para
matar a Jesús. Había un pequeño grupo que buscaba el momento oportuno para
matarlo, pero casi todos aún no habían llegado a una conclusión en cuanto a qué
era lo que creían con respecto a Él.
De acuerdo
con la Ley de Moisés, la circuncisión debía efectuarse ocho días después del
nacimiento de un bebé. Este rito se cumplía en todos los varones judíos para
demostrar su identidad como parte del pueblo del pacto con Dios. Si el octavo
día después del nacimiento era de reposo, la circuncisión se hacía de todos
modos (a pesar de considerarse trabajo). Aun cuando los líderes religiosos
permitían ciertas excepciones a las leyes del día de reposo, no le permitieron
ninguna a Jesús, que sencillamente mostraba misericordia a los que necesitaban
sanidad.
Las
palabras de Jesús, "Venga a mí y beba", hacían alusión al tema de
muchos pasajes bíblicos que hablan acerca de las bendiciones generadoras de vida
del Mesías. Al prometer dar el Espíritu Santo a todo el que creyese, Jesús
declaraba ser el Mesías, ya que eso era algo que solo el Mesías podía hacer. Jesús
usó la expresión agua viva en Juan 4.10 para referirse a la vida eterna. Aquí
utiliza la expresión para referirse al Espíritu Santo. Los dos van juntos: dondequiera
que se acepte el Espíritu Santo, trae vida eterna. Jesús enseña más acerca del
Espíritu Santo en los capítulos 14-16. El Espíritu Santo dio poder a los
seguidores de Jesús en Pentecostés (Hechos 2) y desde entonces ha estado al
alcance de todos los que aceptan a Jesús como Salvador.
La
multitud hacía preguntas acerca de Jesús. Algunos creían, otros eran hostiles y
otros lo descalificaban como Mesías porque era de Nazaret, no de Belén. Pero El
nació en Belén, aunque creció en Nazaret. Si hubiesen prestado más atención, no
habrían arribado a conclusiones erróneas.
Aunque
los romanos gobernaban Palestina, daban autoridad a los líderes religiosos
judíos en los casos de asuntos civiles y religiosos de menor cuantía. Los
líderes religiosos supervisaban a sus propios alguaciles y los investían de
poder para arrestar a cualquiera que provocase un disturbio o quebrantase
cualquiera de sus leyes ceremoniales. Como dichos líderes desarrollaron cientos
de leyes triviales, resultaba casi imposible que cualquiera, incluso ellos
mismos, escapase de quebrantar, pasar por alto o al menos desconocer alguna en
un momento dado. Pero estos alguaciles no podían encontrar justificación para
arrestar a Jesús. Y al escucharlo con la intención de descubrir alguna
evidencia, no pudieron evitar escuchar las maravillosas palabras que decía. Los
líderes judíos se veían como un grupo selecto que era el único poseedor de la
verdad, y rechazaban la verdad en cuanto a Cristo porque no había partido de
ellos.
Este
capítulo ofrece un vistazo más a la vida de Nicodemo, el fariseo que visitó a
Jesús de noche (capítulo 3). Al parecer, Nicodemo se convirtió en un creyente
secreto. Como la mayoría de los fariseos odiaba a Jesús y deseaba matarlo,
Nicodemo arriesgó su reputación y su encumbrada posición cuando habló a favor
de Jesús. Su declaración fue valiente y de inmediato los fariseos sospecharon
de él. Después de la muerte de Jesús, Nicodemo le llevó especias para ungirle.
Esa es la última vez que lo mencionan las Escrituras. Nicodemo confrontó a los
fariseos con la realidad de que no guardaban sus leyes. Los fariseos perdían
terreno; los alguaciles volvieron impactados por Jesús y uno de los mismos
fariseos, Nicodemo, lo defendía. Al ver que quedaban expuestos sus motivos
hipócritas y que su prestigio se desmoronaba lentamente, comenzaron a
movilizarse con el fin de protegerse. El orgullo habría de interferir con su
capacidad de razonar y en poco tiempo los obsesionaría el deseo de deshacerse
de Jesús por el simple hecho de evitar la humillación. Lo bueno y lo justo no
importaban.
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