LECTURA
DIARIA:
Juan
capítulo 11
El
pueblo de Betania estaba ubicado unos tres kilómetros al este de Jerusalén en
el camino a Jericó.
Cuando
su hermano se agravó, María y Marta acudieron a Jesús pidiendo ayuda. Creían
que podía brindarles ayuda porque habían visto sus milagros. Jesús amaba a esta
familia y a menudo les visitaba. Conocía su dolor, pero no respondió enseguida.
Su demora tenía un propósito específico. Si Jesús hubiese estado durante los
momentos finales de la enfermedad de Lázaro, es posible que lo hubiese sanado
en lugar de dejarlo morir. Pero Lázaro murió para que el poder de Jesús sobre
la muerte pudiese mostrarse a sus discípulos y a otros. La resurrección de
Lázaro era una demostración esencial del poder de Cristo, y la resurrección es
una creencia fundamental de la fe cristiana. Jesús no solo se levantó de entre
los muertos (10.18), sino que tiene poder para levantar a otros.
Tomás
"el que dudaba", aquí demostró amor y valor. Los discípulos conocían
los peligros de ir a Jerusalén con Jesús e intentaron convencerlo para que
desistiese de hacerlo. Tomás sencillamente expresó lo que sentían todos. Al
fracasar sus objeciones, estuvieron dispuestos a ir e incluso morir con Jesús.
Tal vez no entendían bien por qué Jesús iba a morir, pero eran leales.
Jesús
tiene poder sobre la vida y la muerte, así como para perdonar pecados. Esto se
debe a que Él es el Creador de la vida. Aquel que es la vida sin duda puede
restaurar la vida. Todo aquel que cree en Cristo tiene una vida espiritual que
la muerte no conquistará ni disminuirá de manera alguna.
A
Marta se le conoce especialmente por haber estado demasiado ocupada para
sentarse a hablar con Jesús. Pero aquí la vemos como una mujer de gran fe. Su
declaración es exactamente la respuesta que desea Jesús de nosotros. Juan
enfatiza el hecho de que contamos con un Dios que se interesa por nosotros.
Este retrato contrasta con el concepto griego de Dios que era popular en aquel
entonces: un Dios sin emociones que no se involucra con los humanos. Aquí vemos
muchas de las emociones de Jesús: compasión, indignación, tristeza, incluso
frustración. Con frecuencia expresó sus emociones profundas y nunca debiéramos
temer revelarle nuestros verdaderos sentimientos. El los entiende, pues los
experimentó. Sea sincero y no trate de ocultarle nada a su Salvador. A Él le
interesa.
Cuando
Jesús vio a los que lloraban y se lamentaban, lloró también, se identificó con
el dolor de ellos.
En
esa época las tumbas solían ser cuevas cavadas en la piedra caliza de la ladera
de una colina. Muchas veces las tumbas eran de tamaño suficiente para que las
personas caminasen dentro. En una tumba se colocaban varios cuerpos. Después
del sepelio, se colocaba una gran piedra frente a la entrada de la tumba.
A
pesar de encontrarse frente a frente con el poder de la deidad de Jesús,
algunos no quisieron creer. Estos testigos no solo rechazaron a Jesús: también
tramaron su muerte. Estaban tan endurecidos que preferían rechazar al Hijo de
Dios antes que reconocer que estaban equivocados.
Los
líderes judíos sabían que si no detenían a Jesús, los romanos los castigarían.
Roma concedía libertad parcial a los judíos mientras se mantuviesen tranquilos
y obedientes. Los líderes temían que el desagrado de Roma causase mayores
dificultades a su nación.
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