LECTURA
DIARIA:
Lucas
capítulo 11
Jesús
enseña a orar a los discípulos. Primero, Jesús alaba a Dios; luego, presenta
sus peticiones.
Estos versículos enfocan tres aspectos de la oración: su
contenido (11.2-4), nuestra persistencia (11.5-10) y la fidelidad de Dios
(11.11-13).
Jesús
estableció el perdón como piedra angular en su relación con Dios. Buenos padres
cometen errores y aun así tratan bien a sus hijos. ¡Cuánto mejor nuestro
perfecto Padre celestial trata a sus hijos! El don más perfecto que ha dado es
el Espíritu Santo (Hechos 2.1-4), que prometió dar a todos los creyentes
después de su muerte, resurrección y ascensión.
Los
fariseos acusaron a Jesús de que Beelzebú, el príncipe de los demonios (o
satanás mismo), le dio poder porque echaba fuera demonios. Jesús replicó la
acusación de los líderes con duras palabras, y declara que su labor de echar
fuera demonios confirma que el Reino de Dios había llegado.
El
Señor dio ejemplo de esto en su ministerio y prometió que sería una señal
permanente de la predicación del evangelio del reino (Marcos 16.17).
Sus
discípulos al principio se asombraron de experimentar semejante poder, y
exclamaron: «Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre» (Lucas 10.17).
Jesús les recuerda una verdad fundamental. El poder sobre los demonios no
constituye el motivo central de regocijo; más bien, la salvación de los
endemoniados es lo que identifica a los discípulos como representantes del
cielo. Satanás es fuerte, pero Jesús es más fuerte. En un conflicto espiritual
la neutralidad es imposible.
Jesús
se dirigía a gente que valoraba grandemente la relación familiar. Sus
genealogías eran garantías importantes de que eran parte del pueblo escogido de
Dios. El valor de un hombre provenía de sus ancestros y el de una mujer de los
hijos que engendraba. La respuesta que Jesús le da a una mujer significa que la
obediencia a Dios es más importante que su lugar en el árbol genealógico.
¿Cuál
fue la señal de Jonás? Dios le pidió a Jonás que predicara el arrepentimiento a
los gentiles (no judíos). Jesús confirmó su mensaje. La salvación no es solo
para judíos, sino para todos. Los crueles guerreros de Nínive, capital de
Asiria, se arrepintieron cuando Jonás les predicó y este no tenía interés en
ellos. La idólatra reina de Sabá alabó al Dios de Israel cuando oyó hablar de
la sabiduría de Salomón y este cometió muchas faltas. En cambio Jesús, el
perfecto Hijo de Dios, vino en busca de gente a la cual amó profundamente, pero
lo rechazaron. Este pueblo escogido de Dios llegó a ser más culpable de juicio
que una nación notoriamente malvada o una poderosa reina pagana.
En
las palabras de Jesús en el versículo 34, la luz es Cristo, el ojo representa
la comprensión y el discernimiento espiritual. Los malos deseos hacen que el
ojo sea menos sensible y empañan la luz de la presencia de Cristo.
Los
fariseos no solo convirtieron la práctica del lavado en un ritual y en un
espectáculo público, sino que también ordenaron a todos seguir con esta
tradición que en un principio se proyectó solo para los sacerdotes.
A los fariseos les encantaban pensar que eran
puros, pero su mezquindad hacia Dios y los pobres demostró que no eran tan
puros como pensaban. La generosidad revela mucho acerca de la pureza de su
corazón.
Los
fariseos se equivocaron al enfocarse en las apariencias y pasar por alto la
condición interna de sus corazones.
La
Ley del Antiguo Testamento decía que una persona que tocaba un cadáver se
considera inmunda (Números 19.16). Jesús acusó a los fariseos de convertir a
otros hombres en inmundos por su podredumbre espiritual. Como cadáveres ocultos
en la tierra, corrompían a cada persona que entraba en contacto con ellos.
A
través de la historia, a los profetas de Dios se les persiguió y asesinó. Pero
esta generación rechazaba a alguien que era más que un profeta, rechazaba a
Dios mismo.
Mediante
las interpretaciones erróneas de las Escrituras y las cosas que añadían
lograron que la verdad de Dios fuera difícil de comprender y practicar. Más
aún, eran malos ejemplos al defender argumentos que pusieron en lugar de otros.
Los
escribas y los fariseos esperaban arrestar a Jesús por blasfemia, herejía y por
quebrantar la Ley. Estaban furiosos por lo que Jesús decía de ellos, pero no
podían arrestarlo por esto. Tenían que hallar una forma legal para prenderlo.
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