LECTURA
DIARIA:
Juan
capítulo 9
En
el capítulo 9 vemos cuatro reacciones diferentes ante Jesús. Los vecinos
revelaron sorpresa y escepticismo; los fariseos mostraron incredulidad y
prejuicio; los padres creyeron pero callaron por temor a la excomunión; y el
hombre sanado demostró una fe constante y creciente.
Una
creencia común en la cultura judía era que la calamidad y el sufrimiento eran
el resultado de algún gran pecado. Pero Cristo utilizó el sufrimiento del hombre
ciego para enseñar acerca de la fe y glorificar a Dios.
Ezequías
construyó el estanque de Siloé. Sus obreros abrieron un conducto subterráneo
desde un manantial que estaba fuera del muro de la ciudad para que llevase agua
al interior de la misma. Así la gente podía siempre obtener agua sin temor al
ataque. Esto resultaba especialmente importante en tiempos de sitio.
Mientras que los fariseos investigaban y
discutían acerca de Jesús, la gente se sanaba y cambiaba. El escepticismo de
los fariseos no se basaba en la falta de evidencia, sino en los celos debido a
la popularidad de Jesús y su influencia en las personas.
El
día de reposo de los judíos, el sábado, era el santo día de descanso de la
semana. Los fariseos elaboraron una larga lista específica de permisos y
prohibiciones referentes al día de reposo. Trabajar con lodo y sanar al hombre
se consideraban trabajo y por lo tanto estaban prohibidos. Es posible que Jesús
haya hecho el lodo a propósito a fin de enfatizar su enseñanza acerca del día
de reposo.
El
hombre que fue sanado de la ceguera, no sabía cómo ni por qué Jesús lo sanó,
pero sabía que su vida cambió milagrosamente y no temía decir la verdad. La
nueva fe del hombre fue severamente probada por algunas de las autoridades. Lo
maldijeron y lo expulsaron de la sinagoga. Cuanto más experimentaba este hombre
su nueva vida a través de Cristo, más confiaba en aquel que lo sanó. No solo
adquirió la vista física, sino también la espiritual al reconocer a Jesús primeramente
como un profeta, luego como su Señor.
A
los fariseos les chocó que Jesús pensase que eran ciegos espirituales. Jesús
les contestó que solo la ceguera (obstinación) disculpaba su conducta. A los
que fueron receptivos y reconocieron que el pecado en verdad los tenía ciegos
en cuanto a conocer la verdad, Él les dio entendimiento y revelación
espiritual. Pero rechazó a quienes se volvieron condescendientes, arrogantes y
ciegos.
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