LECTURA
DIARIA:
Lucas
capítulo 19
Los
judíos se oponían a los impuestos porque servían para apoyar a un gobierno
secular y a sus dioses paganos, pero aun así estaban obligados a pagar.
Los
cobradores de impuestos eran las personas más impopulares en Israel. A los
judíos por nacimiento que optaban trabajar para los romanos se les consideraba
traidores. Además, era sabido por todos, que los cobradores de impuestos se
enriquecieron a expensas de sus compatriotas. No sorprende, por lo tanto, que
las multitudes se sintieron molestas cuando Jesús visitó a Zaqueo, un cobrador
de impuestos. A pesar de que Zaqueo era deshonesto y traidor, Jesús lo amaba y,
en respuesta, el pequeño recaudador de impuestos se convirtió. Sin embargo,
después de su encuentro con Jesús llegó a la conclusión de que su vida
necesitaba que la enderezaran. Al dar a los pobres y restituir con intereses
generosos a los que defraudó, Zaqueo demostró mediante acciones externas el
cambio interno que experimentó.
Cuando
Jesús dijo que Zaqueo era un hijo perdido de Abraham, debe haber sorprendido a
sus oyentes al menos en dos maneras. No les debe haber gustado reconocer que
este cobrador de impuestos tan impopular era un compatriota hijo de Abraham y
no deben haber deseado admitir que hijos de Abraham pudieran perderse.
La
gente seguía esperando un líder político que llegara a establecer un reino
terrenal y que los librara del dominio de Roma. La parábola que Jesús narra
aquí, mostró que su Reino no tendría esta característica de inmediato. Primero,
se ausentaría por un tiempo y se requería de sus seguidores que fueran fieles y
productivos durante su ausencia. Su regreso establecería el Reino más poderoso
y justo que jamás hayan imaginado. Esta parábola mostró a sus seguidores lo que
tendrían que hacer en el lapso entre su partida y su Segunda Venida.
Jesús
ya era muy conocido. Todo el que venía a Jerusalén para la Pascua había oído de
Él y por un tiempo el ánimo popular estaba a su favor. "El Señor lo
necesita", fue todo lo que dijeron los discípulos a los dueños del pollino
que iba a utilizar para su entrada en Jerusalén, y con agrado lo dieron.
En
su entrada a la ciudad, la gente estaba a lo largo del camino, alabando a Dios,
agitando ramas de árboles y tendiendo sus mantos delante del pollino a medida
que pasaba. "¡Larga vida al Rey!", era el significado de sus gritos
de alegría porque sabían que Jesús cumplía con toda intención la profecía de Zacarías 9.9: "Alégrate mucho, hija de Sion; da
voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y
salvador, humildemente, cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de
asna".
Para
anunciar que Él era en realidad el Mesías, Jesús escogió el tiempo cuando todo
Israel estaría congregado en Jerusalén, un lugar en el que una gran multitud lo
vería, una forma por la cual mostraría que su misión era inconfundible. Las
multitudes estaban entusiasmadas. Ahora tenían la seguridad de que su
liberación estaba cerca.
Jesús
y sus discípulos visitaron las aldeas de Betania y Betfagé, situadas al este
del Monte de los Olivos, solo a pocos kilómetros de Jerusalén. Durante las
noches de esa última semana, Jesús se quedó en Betania y entraba a Jerusalén
durante el día.
La
multitud que alababa a Dios por darles un Rey tenía un concepto erróneo de
Jesús. Estaban seguros de que sería un líder nacional que restauraría la nación
a su gloria inicial y esto demostraba que eran sordos a las palabras de los
profetas y ciegos a la verdadera misión de Jesús. Cuando llegó a ser evidente
que Jesús no cumpliría con sus esperanzas, se volvieron en su contra. Los
fariseos consideraron que las palabras de la multitud eran sacrílegas y
blasfemas. No querían a alguien que trastornara su poder y autoridad, y a la
vez no querían una sublevación que sofocara el ejército romano. De ahí que
pidieron a Jesús que calmara a su gente. Pero Jesús dijo que si la gente
callaba, aun las piedras clamarían.
Los
líderes judíos rechazaban a su Rey. Iban demasiado lejos. Rechazaban la oferta
de salvación de Dios en Jesucristo cuando Dios mismo los visitaba y muy pronto
su nación sufriría. De todos modos, Dios no le dio las espaldas a los judíos
que le obedecieron.
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