sábado, 23 de marzo de 2019

Tiempo... Juan 4. 19 - 24



TIEMPO DE REFLEXIÓN

“Al oír esto, la mujer le dijo: Señor, ya veo que eres un profeta. Nuestros antepasados, los samaritanos, adoraron a Dios aquí, en este monte; pero ustedes los judíos dicen que Jerusalén es el lugar donde debemos adorarlo.

Jesús le contestó: Créeme, mujer, que llega la hora en que ustedes adorarán al Padre sin tener que venir a este monte ni ir a Jerusalén. Ustedes no saben a quién adoran; pero nosotros sabemos a quién adoramos, pues la salvación viene de los judíos. Pero llega la hora, y es ahora mismo, cuando los que de veras adoran al Padre lo harán de un modo verdadero, conforme al Espíritu de Dios. Pues el Padre quiere que así lo hagan los que lo adoran. Dios es Espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo de un modo verdadero, conforme al Espíritu de Dios”. 
Juan 4. 19 – 24.

El lugar de adoración es cada creyente, cada persona que ha recibido a Cristo en su corazón, ha sido hecho templo del Espíritu; ya no se adora a Dios en un monte o en un pueblo determinado, o en un lugar particular sino en nosotros, con nuestra propia vida, nuestra voluntad, nuestro cuerpo ofrecido en sacrificio vivo, santo y agradable a Dios.
Nuestra mente alineada a su Palabra, renovada de su vieja manera de pensar, nuestra voluntad alineada a su voluntad, y nuestro cuerpo no al servicio de la carne y el pecado sino al servicio de su amor.
Lo sagrado no son las cosas, los templos o las casas, lo sagrado somos nosotros cuando permitimos que Dios, por medio de la fe en Jesucristo, haga su morada en nuestro corazón.
Esto es una invitación a ser verdaderos adoradores de Dios, con nuestro espíritu unido a su Espíritu y en la verdad de Cristo, de su Palabra de vida.
El verdadero adorador no adora solamente en un lugar, sino que adora a Cristo con su propia vida y expresa esta comunión cuando en armonía con otros creyentes, adoran y obedecen a su Rey.
Dios les bendiga abundantemente.

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