TIEMPO
DE REFLEXIÓN
“¿Eres
tú el Cristo? Dínoslo. Y les dijo: Si os lo dijere, no creeréis; y también si
os preguntare, no me responderéis, ni me soltaréis. Pero desde ahora el Hijo
del Hombre se sentará a la diestra del poder de Dios.
Dijeron todos: ¿Luego eres tú el Hijo de Dios? Y él les dijo: Vosotros decís que lo soy. Entonces ellos dijeron: ¿Qué más testimonio necesitamos? porque nosotros mismos lo hemos oído de su boca”. Lucas 22. 67 - 71
Dijeron todos: ¿Luego eres tú el Hijo de Dios? Y él les dijo: Vosotros decís que lo soy. Entonces ellos dijeron: ¿Qué más testimonio necesitamos? porque nosotros mismos lo hemos oído de su boca”. Lucas 22. 67 - 71
En
pleno siglo XXI. Quizás muchos se siguen haciendo esta pregunta: “¿Eres tú el
Cristo? No reconocen a Jesucristo como el Hijo de Dios y el Salvador del mundo.
Siguen creyendo que solo fue un buen hombre o un gran profeta. Siguen en
tinieblas, ajenos a la vida de Dios, viviendo en pecados y delitos.
La
obra ya fue hecha por Jesús hace miles de años, sin embargo muchos continúan
cegados y sus almas cautivas por el enemigo.
Esta
pregunta hecha a Jesús lo llevó a la condena de muerte. Su respuesta fue para
sus jueces una prueba en su contra. Lo condenaron por blasfemo, pues el
pretender ser el Hijo de Dios era un insulto a la majestad de Dios y esto se
castigaba con la muerte.
Los
ojos de los sacerdotes y escribas de ese tiempo estaban cegados, condenaron y
crucificaron a un inocente. No vieron el amor de Jesús que se sometió a
enfrentar un juicio por la humanidad, de manera que no tuviéramos que sufrirlo
nosotros y recibir el justo castigo por nuestros pecados.
Jesús
enseñó el evangelio del amor, sanó, hizo señales y prodigios a multitudes,
ninguno recordó el beneficio recibido, en cambio recibió condenación,
humillación y un injusto juicio. Pero, glorioso el hecho que Jesús, aun
saliendo de una noche de interrogatorios maliciosos, burlas y maltratos, no
tenía la menor duda de que se sentaría a la diestra de Dios Padre y su victoria
era segura.
Tenía
una fe que desafiaba a los hechos. Nunca pensó, ni por un momento, que los
hombres podían derrotar el propósito de Dios.
La
Biblia dice que a los suyos vino y los suyos no le recibieron. Vino a Su propio
hogar, a Israel, y los suyos no le dieron la bienvenida. Eso Le sucedió a Jesús
hace mucho y hoy le sigue sucediendo.
El
sigue tocando la puerta de hombres y mujeres espiritualmente ciegos, que no
conocen su amor, que todavía no entienden el propósito de su muerte, que
ignoran que se levantó victorioso de ella para darles vida eterna, Jesús sigue
compadeciéndose de aquellos que andan errantes, desamparados y sin esperanza
eterna.
Por
eso quiere que nosotros los cristianos dejemos ya la pasividad y nos levantemos
con el poder del Espíritu Santo, motivados por la fe en Él, con corazones
quebrantados, con un espíritu de humildad y búsqueda de Dios, a predicar el
evangelio a irradiar con nuestro testimonio a ese Cristo Vivo que quiere seguir
transformando vidas.
No
podemos como Pedro, seguir negándolo, o como Judas traicionándolo. La autoridad
de nuestra vida transformada es la evidencia de la realidad cristiana para este
mundo en tinieblas.
El
tiempo ha llegado levantémonos a cumplir la Gran Comisión. Dios cumplirá su
propósito de salvación a pesar de nosotros, porque no dejará de cumplir sus
promesas. “La tierra será llena de su gloria, la cubrirá, como las aguas cubren
el mar”.
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