sábado, 9 de marzo de 2019

Tiempo... Lucas 15. 1 - 7



TIEMPO DE REFLEXIÓN

Se acercaban a Jesús todos los publicanos y pecadores para oírle, y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: Este a los pecadores recibe, y con ellos come.
Entonces él les refirió esta parábola, diciendo: ¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso; y al llegar a casa, reúne a sus amigos y vecinos, diciéndoles: Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido. Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento”.    Lucas 15. 1 - 7

Este capítulo se conoce como “el Evangelio dentro del Evangelio”. Los fariseos y escribas estaban escandalizados, porque Jesús se asociaba con hombres y mujeres pecadores. Para estos religiosos, todos los que no cumplían los detalles de la ley, se colocaban en la misma categoría y se les llamaba: “la gente de la tierra”. Esto levantaba una barrera infranqueable entre ellos. A tal punto que era prohibido algún trato con ellos.
Para los fariseos era un escándalo que Jesús se relacionara con estas personas, que ellos consideraban no sólo extraños, sino pecadores, cuyo solo contacto contaminaba. Por eso, al oír la parábola de la oveja perdida, de la alegría del pastor cuando la encuentra y la frase: “Hay gozo en el cielo por cada pecador que se arrepiente”, les era intolerable. Deseaban no la salvación de los pecadores, sino su destrucción.
Pastorear ovejas en ese territorio, era un trabajo duro y peligroso, pues los pastos eran escasos y la meseta estaba rodeada de precipicios, que ponían en riesgo a los animales. Esto es igualmente, un prototipo del sacrificio de Cristo, que da su vida por las ovejas. Los pastores de Judea, eran expertos en el rastreo y en seguir las huellas de sus ovejas, y parte de su trabajo, era arriesgar su vida para rescatarlas. Cuando lograban un rescate, subían a la oveja en sus hombros y toda la comunidad donde vivían se alegraban por ello.
Esta escena se repite a diario, cuando un pecador arrepentido llega a los pies de Cristo. Hay alegría y gozo en el cielo. “Dios también conoce la alegría de encontrar lo que se había perdido”.
Esto nos muestra que Dios es más misericordioso y amable que el ser humano. Los hombres pueden perder la esperanza en otro hombre, pero Dios no. Deberíamos como Dios amar a los que están extraviados y evitar las frías críticas y recriminaciones de algunos, que tienden solo a juzgar.
Recordemos: Antes de que creyéramos, nuestro amante Dios, nos buscó y su amor sigue buscando a los perdidos. Él se sigue gozando con cada pecador que se arrepiente.
Dios les bendiga abundantemente.

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