TIEMPO
DE REFLEXIÓN
“Cuando
era como la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora
novena. Y el sol se oscureció, y el velo del templo se rasgó por la mitad.
Entonces
Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y
habiendo dicho esto, expiró. Cuando el centurión vio lo que había
acontecido, dio gloria a Dios, diciendo: Verdaderamente este hombre era justo”. Lucas 23. 44 - 46
El
drama del Calvario duró aproximadamente seis horas, comenzó alrededor de las
nueve la mañana cuando Jesús fue clavado en la cruz, llegó a su clímax al
mediodía cuando el sol se oscureció y las tinieblas cubrieron la tierra y
culminó a las tres de la tarde cuando se articulan las últimas palabras del
condenado: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”.
Antes
que el sol declinara los dirigentes judíos pidieron a Pilato que los cuerpos
fueran retirados de la cruz debido a la cercanía de la fiesta de la Pascua. El
centurión y los soldados a cargo de la ejecución quebraron las piernas de los
dos ladrones y cuando llegaron a Jesús certificaron su muerte clavando una
lanza en el costado, del cual salió sangre y agua.
José
de Arimatea pidió a Pilato el cuerpo de Jesús y lo colocó en el sepulcro.
Los
discípulos entraron en un estado depresivo en el que se conjugaban la tristeza,
el llanto y el miedo. Habían sido invadidos por una sensación de derrota
definitiva.
Cuantas
veces nosotros nos encontramos en el mismo estado de los discípulos,
deprimidos, llenos de tristeza, llanto y miedo, pero ellos con justa causa, no
entendían lo que estaba pasando, creían que su Maestro estaba muerto.
Hoy
no tenemos excusa de estar así, a menos que sigamos mirando a Jesús colgado en
la cruz, Cristo está vivo.
Él vive, y el mensaje de esperanza es para todos: “Yo he
venido para que tengan vida y vida en abundancia”. Solo tenemos que creer.
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