TIEMPO
DE REFLEXIÓN
“Al
salir, Jesús vio a su paso a un hombre que había nacido ciego. 2 Sus
discípulos le preguntaron: Maestro, ¿por qué nació ciego este hombre? ¿Por el
pecado de sus padres, o por su propio pecado?
Jesús les contestó: Ni por su
propio pecado ni por el de sus padres; fue más bien para que en él se demuestre
lo que Dios puede hacer. Mientras es de día, tenemos que hacer el trabajo
del que me envió; pues viene la noche, cuando nadie puede
trabajar. Mientras estoy en este mundo, soy la luz del mundo”. Juan 9. 1 – 5.
¿Alguna
vez hemos pensado que es ser ciego de nacimiento? Es estar en oscuridad, nunca
haber visto la luz, ni a los seres queridos, ni los colores, ni las flores, ni
los animales, etc.
La
ceguera espiritual es semejante, no podemos ver la luz de Dios, no podemos ver
a Cristo, no podemos ver a nuestros semejantes como Él quiere que los veamos y
no disfrutamos de todo lo que nos rodea porque vivimos en conflicto y
desarmonía, totalmente carentes del amor de Dios.
Cristo
está cerca y es el único que puede sanar nuestra ceguera. En el caso de este
ciego de nacimiento, los discípulos pensaban que era por causa del pecado y le
preguntaron a Jesús. El pecado siempre produce sufrimiento, pero en este caso
su ceguera no era por causa del pecado, Dios había permitido su ceguera para
manifestar su obra en la tierra a través de Jesucristo. Dios quiere que las
personas conozcan de su amor y poder.
Jesús
hizo lodo y lo untó en los ojos del ciego y después le dio la orden de que
fuera a lavarse al estanque de Siloé. Su sanidad vino por su fe y obediencia.
Conocía muy poco al Señor, pero hizo lo que le dijo. Cristo siempre nos da la
oportunidad de mostrar nuestra fe cuando a través de su Palabra nos dice lo que
debemos hacer y esta se prueba por la obediencia. Preguntemos: ¿Cuántas veces
hemos dejado escapar las bendiciones de Dios porque no obedecemos lo que dice
su Palabra? Debemos estudiarla cada día más para conocer quién es nuestro
Salvador, Él siempre está dispuesto a bendecirnos si tan sólo obedecemos.
Cuando
curó su ceguera física, el ciego pudo descubrir el mundo que le rodeaba y a las
personas que lo acompañaban. Cuando Jesús cura nuestra ceguera espiritual
descubrimos quién es Él y las maravillas de su reino. Al recibir al Señor
tenemos un cambio de vista, es más fácil entender lo espiritual, los
pensamientos de Dios empiezan a transformar nuestra manera de pensar y a
cambiar nuestra vida.
La
salvación siempre trae consecuencias. Algunas personas no aceptan nuestro
testimonio cuando abrimos nuestros ojos espirituales, muchos como los fariseos
de ese entonces no sienten gozo por nuestra conversión, al contrario piensan
que por volvernos creyentes nos pierden. Los fariseos menospreciaron a Jesús
por darle la vista a un hombre ciego y dudaron del testimonio que él les daba,
tanto que llamaron a sus padres para verificar si era ciego de nacimiento.
Lastimosamente la incredulidad impide ver a ese Dios que está cercano.
Esto
no debe ser un impedimento para continuar creciendo en nuestra vida cristiana,
antes por el contrario debemos ser testimonio del amor que Jesús nos ha dado al
derramar su sangre preciosa en una cruz para salvarnos y sacarnos de nuestra
oscuridad. Hoy muchos caminan a nuestro lado con ceguera espiritual, somos
nosotros los que debemos mostrarles la luz de Cristo.
Dios
les bendiga abundantemente.
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