LECTURA
DIARIA:
Lucas
capítulo 8
Jesús
dignificó a las mujeres de la degradación y servidumbre, al compañerismo y
servicio. En la cultura judía se suponía que los rabinos no enseñaran a las
mujeres.
Al permitir que estas mujeres viajaran con El, Jesús demostraba que
todas las personas son iguales ante Dios. Estas mujeres apoyaban el ministerio
de Jesús con su dinero. Tenían una gran deuda con Él porque había echado
demonios de algunas y sanado a otras.
Jesús
comunicó verdades espirituales a través de parábolas, historias cortas o
descripciones que parten de una situación familiar y le dan una aplicación
espiritual. Al unir lo conocido con lo desconocido y forzar a los oidores a
pensar, las parábolas pueden señalar verdades espirituales.
En
la parábola del sembrador, el agricultor usa el método en el que se emplea la
mano para sembrar en un gran terreno, tirando puñados a medida que recorre el
campo. Su meta es lograr que el mayor porcentaje de semillas eche raíz en el
buen terreno, pero hay pérdida inevitable cuando algo cae en lugares menos
productivos. El hecho de que parte de la semilla no produzca no es culpa del
fiel agricultor ni de la semilla, los resultados dependen de la condición del
terreno en el que la semilla cae.
No
todas las personas entendieron las palabras de Jesús. Tal vez porque esperaban
un líder militar y sus palabras no encajaban en sus ideas preconcebidas. A lo
mejor temían la presión de los líderes religiosos, de manera que no se atrevían
a ahondar en las palabras de Jesús. Dios dijo a Isaías que la gente oiría sus palabras
y vería milagros portentosos y aun así no comprenderían sus palabras (Isaías 6.9).
Lo mismo le sucedió a Jesús.
Los
verdaderos familiares de Jesús son los que escuchan y obedecen sus palabras.
Escuchar sin obedecer no es suficiente.
El
mar de Galilea es aún el escenario de tormentas considerables, algunas veces
con olas que alcanzan una altura de seis metros. A pesar de que varios de los
discípulos eran expertos pescadores y sabían cómo controlar una embarcación, el
peligro era real porque confiaban en sus fuerzas y no tuvieron en cuenta que
Jesús estaba en la barca.
La
tierra de los gadarenos estaba en territorio gentil al sudeste del mar de
Galilea, en la región de Decápolis. Los demonios del hombre que se apareció
delante de Jesús reconocieron su autoridad inmediatamente. Sabían quién era y
lo que su gran poder podía hacerles. Jesús liberó a ese hombre del poder
demoníaco.
Jesús
a menudo pidió a los que sanó que no divulgaran su sanidad, en cambio le urgió
a este hombre que volviera al seno de la familia y dijera lo que Dios hizo con
él.
La
sinagoga era el centro local de adoración. El principal de la sinagoga era
responsable de la administración, el mantenimiento del edificio y la
supervisión de la adoración. Debió haber sido poco usual que un respetable
líder de una sinagoga cayera a los pies de un predicador itinerante y suplicara
la sanidad de su hija. Jesús honró la confianza y humildad de ese hombre.
Mucha gente rodeaba a Jesús cuando iba camino
a la casa de Jairo. Virtualmente era imposible lograr pasar entre la gente,
pero una mujer desesperada halló la forma de hacerlo a fin de tocar a Jesús. En
cuanto lo hizo, sanó.
Jesús
estaba consciente de su ministerio, y no quería que le conocieran solo como uno
que hacía milagros, quería que la gente escuchara su mensaje que aún hoy posee
la virtud de sanar las vidas espirituales quebrantadas.
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