viernes, 28 de junio de 2019

Tiempo... Gálatas 2. 20



TIEMPO DE REFLEXIÓN

“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.”  Gálatas 2. 20


Este pasaje podría ser, tranquilamente, la definición de lo que significa “gracia” para todos los que creemos y confesamos a Cristo como salvador.
¿Cómo podría nuestra humanidad plagada de imperfecciones y contradicciones acceder a un Dios santo, santo, santo? ¿Podemos acaso subsanar el pecado que mora en nosotros con “Buenas Obras”?
La respuesta es un rotundo ¡NO! Necesitamos de la “gracia” que proviene de Cristo.
Nadie consigue estar bien con Dios sólo por actos de obediencia o por obras en la carne, es necesario vivir muriendo al yo.  
Esto es lo que Pablo está tratando de enseñar, somos llamados a vivir para Él, muriendo a nuestras obras humanas y carnales.
Poder experimentar en nuestra vida diaria la crucifixión de Cristo. Su crucifixión fue consciente, voluntaria, sufrida y humillante, pero victoriosa y gozosa.  
El mayor acto de amor del Padre es permitirnos estar juntamente crucificados con su hijo.  Es vivir muriendo junto a Él.
Vivir muriendo a las pasiones desordenadas, vivir muriendo al orgullo, vivir muriendo al egoísmo ambicioso, vivir muriendo a la incredulidad vestida de lógica, vivir muriendo a la autosuficiencia vestida de fortaleza.
Por todo esto y más, no somos aptos, ni suficientes para permanecer delante del Padre.  Pero cuando la Ley nos mató… Jesucristo nos resucitó en Su gracia.   
Esto es un privilegio irrevocable, un perdón que no se marchita, una fe que sostiene y una muestra de amor eterno. ¡Ya no vivimos nosotros! Sino que vivimos por y para ÉL.
Dios les bendiga abundantemente.

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