martes, 4 de junio de 2019

Tiempo... 1 Corintios 9. 25 - 27



TIEMPO DE REFLEXIÓN

“Todos los deportistas se entrenan con mucha disciplina.  Ellos lo hacen para obtener un premio que se echa a perder;  nosotros,  en cambio,  por uno que dura para siempre.
Así que yo no corro como quien no tiene meta;  no lucho como quien da golpes al aire. Más bien,  golpeo mi cuerpo y lo domino,  no sea que,  después de haber predicado a otros,  yo mismo quede descalificado”.  
1 de Corintios 9. 25 – 27.

Todo deportista adquiere un diseño mediante la disciplina que le permite en su vida adquirir cualquier cosa que se disponga a alcanzar, pero ellos lo hacen por un premio superficial que solo exalta su ego, mientras que nosotros somos disciplinados para que Dios pueda usarnos en su propósito y alcanzar lo que Él ha dispuesto que alcancemos.
Al igual que Pablo debemos comprender la meta que tenemos como creyentes que  es para algunos predicar, para otros ser buenos padres, para otros ser buenos empresarios, y para otros sea cual sea su trabajo, su meta no está en alcanzar cosas materiales pues si lo hacen será como quien da golpes al aire y no consigue nada, sino que sometiendo su mente y emoción a la disciplina que el Espíritu ha dispuesto se dispone para alcanzar lo que Dios ha preparado para él.
Pablo no corre sin un propósito claro, no lucha en vano, más bien ha dispuesto su mente y emoción para que fluya el dominio propio con el que Dios ha fortalecido nuestros espíritus, para no ser descalificado en la función o llamado que ha recibido.
Pablo corría la carrera de tal manera que pudiera recibir una recompensa. Y ésa es la razón por la cual él estaba predicando el evangelio. Y, siempre disfrutando de su libertad, esa era la opción que había elegido.
Cada cristiano debiera participar en la carrera cristiana, con la debida disciplina y esfuerzo, sabiendo que recibirá un premio. Nosotros no nos esforzamos ni trabajamos para obtener la salvación, porque la salvación es un don, un regalo entregado por la gracia y misericordia de Dios. Pero, como hijos de Dios, si esperamos ser reconocido como para recibir un premio, tendremos que trabajar y esforzarse para merecerlo. 
Dios les bendiga abundantemente.

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