viernes, 7 de junio de 2019

Leyendo... 1 de Corintios capítulo 12



LECTURA DIARIA:
1 Corintios capítulo 12

Las habilidades especiales dadas a cada persona por el Espíritu Santo son llamadas dones espirituales.
Nos capacitan para ministrar a las necesidades del cuerpo de los creyentes.
En lugar de edificar y unificar la iglesia en Corinto, los dones espirituales la estaban dividiendo. Se estaban convirtiendo en símbolos de poder espiritual, originando rivalidades, porque algunos pensaban que eran más "espirituales" que otros debido a sus dones.
Cualquiera puede proclamar que habla por Dios, el mundo está lleno de falsos maestros. Pablo nos da pautas para ayudarnos a discernir si un mensajero es de Dios o no lo es.
Todos los cristianos tienen fe. Algunos, sin embargo, tienen el don espiritual de la fe, que viene a ser una dimensión poco usual de confianza en el poder del Espíritu Santo. Profecía no es precisamente una predicción del futuro. Puede ser también predicar la Palabra de Dios con poder.
Discernimiento de espíritus significa la habilidad para distinguir si una persona que afirma hablar por Dios realmente lo hace, o lo hace de parte del diablo.
No interesa cuál don o dones tenga una persona, todos provienen del Espíritu Santo. El Espíritu Santo decide cuál don tendremos. Tenemos la responsabilidad de usarlos, pero no podemos pedir crédito por lo que Dios nos ha dado gratuitamente. Pablo compara el cuerpo de Cristo a un cuerpo humano. Cada parte tiene una función especial que es necesaria al cuerpo en su totalidad. Las partes son diferentes con un propósito y a pesar de sus diferencias deben laborar juntas. Los cristianos deben evitar dos errores comunes, sentirse demasiado orgullosos de sus habilidades, o pensar que no tienen nada que ofrecer al cuerpo de creyentes.
La iglesia es compuesta por muchas personas con una variedad de trasfondo y una multiplicidad de dones y habilidades. Es muy fácil que esas diferencias dividan a las personas, como fue el caso en Corinto. Pero más allá de las diferencias, todos los creyentes tienen una cosa en común, fe en Cristo. En esta verdad esencial la iglesia halla su unidad. Todos los creyentes son bautizados por un Espíritu Santo, forman parte de un cuerpo de creyentes, la iglesia. No perdemos nuestra identidad personal sino que poseemos una unidad en Cristo a pesar de seguir siendo individuos. Cuando una persona se hace cristiana, el Espíritu Santo hace en ella su residencia y viene a nacer dentro de la familia de Dios.
"A todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu" significa que el mismo Espíritu Santo llena completamente nuestro profundo ser. Como miembros de la familia de Dios, podemos tener intereses diversos así como también dones diferentes, sin dejar de tener una misma meta.  
Usando la analogía del cuerpo, Pablo enfatiza la importancia de cada miembro de la iglesia. Si alguna parte, considerada sin importancia, es puesta aparte, todo el cuerpo pierde parte de su efectividad.
No podemos estar de acuerdo sólo con nuestra relación con Dios, debemos involucrarnos en las vidas de los demás.
Como en el cuerpo natural del hombre, los miembros deben estar estrechamente unidos por los lazos más fuertes del amor; el bien del todo debe ser el objetivo de todos. Todos los cristianos dependen unos de otros; cada uno tiene que esperar y recibir la ayuda de los demás.
Los dones más importantes son aquellos que dan mayores beneficios al cuerpo de Cristo. Pablo ya dejó en claro esto, indicando que ningún don es más importante que el otro, al contrario urgió a los creyentes para que descubran cómo pueden servir mejor al cuerpo de Cristo con los dones que Dios les ha dado. Sus dones no son para su propio beneficio. Les han sido dados para servir a Dios y buscar el desarrollo espiritual de los hermanos.

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