martes, 18 de junio de 2019

Tiempo... 2 Corintios 6. 3 - 11



TIEMPO DE REFLEXIÓN

“En nada damos mal ejemplo a nadie, para que nuestro trabajo no caiga en descrédito. Al contrario, en todo damos muestras de que somos siervos de Dios, soportando con mucha paciencia los sufrimientos, las necesidades, las dificultades, los azotes, las prisiones, los alborotos, el trabajo duro, los desvelos y el hambre.
 También lo demostramos por nuestra pureza de vida, por nuestro conocimiento de la verdad, por nuestra tolerancia y bondad, por la presencia del Espíritu Santo en nosotros, por nuestro amor sincero, por nuestro mensaje de verdad y por el poder de Dios en nosotros. Usamos las armas de la rectitud, tanto para el ataque como para la defensa. Unas veces se nos honra, y otras veces se nos ofende; unas veces se habla bien de nosotros, y otras veces se habla mal. Nos tratan como a mentirosos, a pesar de que decimos la verdad. Nos tratan como a desconocidos, a pesar de que somos bien conocidos. Estamos medio muertos, pero seguimos viviendo; nos castigan, pero no nos matan. Parecemos tristes, pero siempre estamos contentos; parecemos pobres, pero enriquecemos a muchos; parece que no tenemos nada, pero lo tenemos todo. Hermanos corintios, les hemos hablado con toda franqueza; les hemos abierto por completo nuestro corazón”. 
2 Corintios 6. 3 – 11.

Predicar es vivir el mensaje que queremos mostrar, gracia, amor, paz, perdón, y todas esas cosas que venimos viendo. Pero vivir eso es llevarlo a la práctica sin pensar en las consecuencias. Consecuencias de todo tipo.
Pablo enumera un montón, y creo que más de uno se habrá sentido identificado con más de una situación que él menciona. Pero si las enumera es precisamente para proponernos una entrega absoluta, sin importar las presiones, dificultades, problemas, trabas, heridas, temores, amenazas o persecuciones.
De hecho, en otra parte Pablo dice que en todas estas cosas no tenemos nada de qué preocuparnos, ¡porque por medio de Cristo podemos superarlas a todas!
"¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: 'por tu causa siempre nos llevan a la muerte; ¡nos tratan como a ovejas para el matadero!'. Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquél que nos amó" (Romanos 8.35-37).
Y como parte de esta misma entrega, tenemos que abrir nuestro corazón de par en par. Dejar que las demás personas entren en nosotros, en nuestras vidas. Compartirles nuestras vidas.
Esto es parte de nuestro mensaje, pero además de nuestro camino. Pablo lo expresa así: "les hemos hablado con franqueza; les hemos abierto de par en par nuestro corazón" (6.11). Y después desafía a los corintios, y por lo tanto a nosotros, diciendo "¡abran también su corazón de par en par!" (6.13).
Como cristianos, como servidores de Dios, no conviene que le neguemos a nadie el afecto, ni siquiera a los que nos ofenden, ni siquiera a los que nos lastiman.
Esto es una entrega absoluta. Por supuesto, esto no significa que nos dejemos lastimar. Pero antes de negarle afecto a alguien, es mejor apartarse, si es cuestión sólo de preservarse a uno mismo.
Pero estar siempre dispuestos a dar nuevas oportunidades y a abrir nuestros corazones es fundamental.
Nosotros apuntamos al 100%, pero Dios saca de nosotros un poco de entrega extra. Esto es la entrega absoluta: hasta donde podamos abrirnos y entregarnos, y un poco más. 110%.
Dios les bendiga abundantemente.

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