domingo, 23 de junio de 2019

Tiempo... 2 Corintios 11. 1 - 5



TIEMPO DE REFLEXIÓN

“¡Ojalá me soportaran ustedes un poco de locura! Como quiera que sea, sopórtenme. Porque el celo que siento por ustedes es un celo que viene de Dios.
Yo los he comprometido en casamiento con un solo esposo, Cristo, y quiero presentarlos ante él puros como una virgen. Pero temo que, así como la serpiente engañó con su astucia a Eva, también ustedes se dejen engañar, y que sus pensamientos se aparten de la actitud sincera y pura hacia Cristo. Ustedes soportan con gusto a cualquiera que llega hablándoles de un Jesús diferente del que nosotros les hemos predicado; y aceptan de buena gana un espíritu diferente del Espíritu que ya recibieron y un evangelio diferente del que ya han aceptado. Pues bien, yo no me siento inferior en nada a esos súper apóstoles que vinieron después”.  2 Corintios 11. 1 – 5

Pablo se ve en la necesidad de defender su ministerio y su integridad, no tanto por su reputación, sino por la salud espiritual de los corintios porque había algunos que estaban sembrando falsas doctrinas.
De manera de que Pablo tiene que volver a explicar lo que es ser un verdadero siervo de Dios.
Un ministro de Cristo tiene celo por aquellos que ministra. ¿Qué quiere decir que tenga celo? Es una preocupación, o mejor, una ocupación continua de que los que nos rodean conozcan al Señor y crezcan en la vida que él nos propone. Que crezcan en entrega y en santidad.
Todo creyente debería estar preparado siempre para transmitir lo que ya aprendió en su caminar con Dios, sin miedo y sin vergüenza, porque es la práctica la que nos acredita. Haber experimentado el amor de Dios me permite hablar de él. Experimentar el poder de Dios me permite hablar de él. Lo mismo experimentar la precisión de la palabra de Dios, o cualquier otra cosa que hayamos aprendido por la vida misma. Un ministro de Cristo observa y cuida a sus hermanos en la fe, está atento a sus necesidades y a su manera de vivir, para aportarle lo que esté a su alcance y para corregirlo cuando esté yendo por un camino que lo aleja de la imagen de Cristo. Reprender es responsabilidad y privilegio de todo creyente.
Otra característica del ministro de Cristo es que va de frente, siempre con la verdad. Denuncia lo malo con naturalidad, con amor, con suavidad y con humildad. Pero sobre todo, con firmeza, sin dudar. Tiene grabados en sus mentes los parámetros de Cristo, y no está dispuesto a negociarlos. Dice las cosas como son. Por supuesto que cuidar de los demás creyentes implica tratar de no herirlos con las palabras, de respetar su espacio personal y su experiencia de vida, de ser comprensivo y compasivo. Pero no por eso menos sincero.
Y esto está ligado que a su vez se sujeta a las autoridades establecidas por Dios en la iglesia, colaborando con ellos para edificar el cuerpo de Cristo.
El nivel de entrega a Cristo y las consecuencias que tiene en mi vida son una medida de mi ministerio, de mi servicio.
Si Dios me puso en una situación donde tengo oficialmente a muchas personas a cargo, también va a pedirme cuentas por todas esas personas más adelante. Si soy un verdadero servidor de Cristo, mi entrega va a ser absoluta en cualquier caso, sea un ministro ordenado, un líder de jóvenes, o la persona que acomoda las sillas, de trabajar por la iglesia.
Dios les bendiga abundantemente.

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