jueves, 16 de noviembre de 2017

Un momento... LA ENVIDIA

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UN MOMENTO PARA PENSAR EN DIOS
LA ENVIDIA.
La envidia es un huésped indeseable que intenta pasar desapercibido en nuestras vidas.
Según el diccionario, la envidia es simplemente el pesar que se siente por el bien ajeno.

La envidia es tan destructora que la Biblia la compara con “carcoma de los huesos”. Proverbios 14.30 dice: “El corazón apacible es vida de la carne; mas la envidia es carcoma de los huesos”
La palabra hebrea que se ha traducido como carcoma, tiene su raíz en una palabra que significa algo que está podrido. Carcoma de los huesos denota por tanto un trastorno grave de la salud por el cual los huesos están en proceso de putrefacción. Así es como ve DIOS a la envidia.
Proverbios 17.4 dice en cuanto a lo dañino de la envidia: “Cruel es la ira, e impetuoso el furor; mas ¿quién podrá sostenerse delante de la envidia?
La Biblia muestra que los hijos de Jacob abrigaban envidia contra su hermano José. Génesis 37.11 dice: “Y sus hermanos le tenían envidia, mas su padre meditaba en esto.”
Eventualmente, esta envidia degeneró en un intento de asesinato que sólo la providencial mano de DIOS logró evitar. De todos modos, José terminó siendo vendido en calidad de esclavo por sus propios hermanos.
A cosas así puede conducir la envidia.
Quizás nos cueste reconocer la envidia, algunos la justifican llamándola “envidia sana”, pero tal cosa no existe.
Veamos ahora algunos síntomas de la envidia. La tendencia a criticar a las personas que están tratando de alcanzar lo mismo que nosotros deteriorando la imagen de otros por medio de la crítica, pensando que va a mejorar nuestra propia imagen. Lo que motiva esta conducta es la envidia. No nos sentimos cómodos con el hecho que a otros les vaya mejor que a nosotros y hacemos todo esfuerzo para reducirlo a la más mínima expresión. Eso es envidia.
Otro síntoma de la envidia es la tendencia a maximizar nuestros logros y minimizar los logros de los demás.
Si identificamos alguna de estas cosas es necesario dar varios pasos en oración y en el poder del Espíritu Santo.
El primer paso, es reconocer que la envidia es pecado. La envidia es un fruto de la carne. Gálatas 5.19 - 21 dice: “Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.”
Si deseamos erradicar del corazón a la envidia es necesario que comencemos a ver a la envidia como DIOS la ve, como pecado.
El paso número dos es confesar a DIOS el pecado de la envidia. Cada vez que aflore este malestar por el bien de otro, reconozcámoslo como pecado y recurramos a la presencia de DIOS para confesarlo. 1de Juan 1.9 dice: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”
No importa las veces que sean necesarias, cada vez que se manifieste la envidia, debemos confesarla a DIOS como pecado. Dios le perdonará y limpiará nuestro corazón y habremos dado un paso importante para librarnos de la envidia.
El tercer paso requiere que hagamos un compromiso delante de DIOS por buscar siempre el bienestar de los demás. Filipenses 2.4 dice: “no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros”
Para derrotar a la envida en nuestro corazón es necesario grabarnos en la cabeza que una de las metas es buscar el bien de los demás. Si este pensamiento es parte de nuestro modo natural de pensar, entonces no habrá lugar para la envidia en nuestro corazón.
El cuarto paso es expresar de maneras prácticas el gozo por el bien de otro. La Biblia dice en Romanos 12.15 “Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran”
Es fácil llorar con los que lloran. Las lágrimas brotan sin mayor esfuerzo. Pero lo que se me hace difícil es gozarme con los que se gozan.
¿Sabe por qué? Exactamente, por la envidia. La envidia es como la cizaña que se mete para echar a perder el gozo que debería experimentar cuando otros logran algún bien.
Por último, el quinto paso, dependamos del poder de lo alto para evitar la envidia en nuestra vida. La lucha es fuerte. La carne se solaza con la envidia, pero no olvidemos que los creyentes tenemos al Espíritu Santo, quien nos puede dar todo el poder para vencer a la envidia.
No dependamos de nuestra propia fuerza para enfrentarnos con la envidia, saldremos siempre derrotados, pero si echamos mano del poder del Espíritu Santo logrará siempre la victoria sobre la envidia.
Una de las características de la vida auténticamente cristiana es la ausencia de la envidia. Un creyente no debe ser envidioso. Que con la ayuda de DIOS, seamos personas sin envidia en nuestro corazón.
Dios les bendiga abundantemente.

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