lunes, 20 de noviembre de 2017

Un momento... EL RENCOR

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UN MOMENTO PARA PENSAR EN DIOS
EL RENCOR

Uno de los síntomas más notorios del estado de descomposición de la sociedad es el rencor. El mundo está lleno de esposas rencorosas, esposos rencorosos, hijos rencorosos, empleados rencorosos, jefes rencorosos, hermanos en la fe rencorosos y hasta pastores rencorosos. Parece que nadie se librara de este mal. 
Pero la vida auténticamente cristiana se caracteriza por la ausencia del rencor. Cuando hablamos de rencor nos estamos refiriendo a ese resentimiento tenaz y arraigado contra algo o alguien que nos ha causado algún daño en el pasado. Un caso típico de rencor tenemos en uno de los hijos de David cuyo nombre fue Absalón.
David tuvo varias esposas, una de ellas se llamaba Maaca, con quien David tuvo una hija llamada Tamar. Otra de las esposas de David se llamaba Ahinoam, con quien David tuvo un hijo llamado Amnón. Cuando Tamar y Amnón, se hicieron jóvenes, ocurrió algo inesperado. Amnón se enamoró locamente de su media hermana Tamar. Pero más que amor, se trataba de la pasión carnal de poseer sexualmente a Tamar.
Amnón estaba tan desesperado por poseer a Tamar que, ayudado por un plan de Jonadab, consiguió lo que quería y mediante engaño ultrajó a su media hermana. Luego del hecho, Tamar tomó ceniza y la esparció sobre su cabeza y rasgando sus vestidos se fue gritando. Cuando Absalón, hermano de Tamar lo supo, no dijo absolutamente nada a Amnón, simplemente le aborrecía por lo que había hecho a su hermana. El rencor se había instalado en la vida de Absalón.
Pasaron dos años hasta que el rencor produjo un resultado macabro. Absalón invitó a sus hermanos a una fiesta y al calor de la bebida, ordenó a sus siervos que acaben con la vida de Amnón.
Este fue el desenlace del rencor en la vida de Absalón. Vivir con rencor es en extremo peligroso. Tiene consecuencias físicas. Las personas rencorosas son propensas a padecer problemas digestivos y problemas cardíacos. Tiene consecuencias emocionales. Una persona rencorosa corre serios riesgos de sufrir crisis nerviosas y vivir en constante depresión emocional. Tiene consecuencias mentales. La persona rencorosa vive solo pensando en el motivo de su rencor y esto le impide concentrarse en cosas más provechosas.
La persona rencorosa es esclava de lo que causó el rencor. Se pasa el tiempo pensando en eso. El rencor tiene también consecuencias espirituales.
1 de Juan 4.20 dice: “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?”
El rencor no es inofensivo. Afecta el cuerpo, el alma, la mente y el espíritu de la persona.
¿Qué podemos hacer para sacar el rencor de nuestros corazones?
En primer lugar, reconocer que tenemos rencor. Si no logramos admitir con sinceridad que tenemos rencor jamás podremos librarnos del rencor. El orgullo es un obstáculo para admitir que tenemos rencor.
En segundo lugar, reconocer que el rencor es pecado. Levítico 19.18 dice: “No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Jehová.”
El rencor es contrario a la voluntad de DIOS y por tanto, es pecado. No justifiquemos el rencor.
En tercer lugar, confesemos a DIOS el pecado del rencor. 1 de Juan 1.9 dice: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.”
En cuarto lugar, identifiquemos lo más objetivamente posible el motivo de nuestro rencor.
Una vez que tengamos claro en la mente contra qué o contra quienes tenemos rencor, perdonemos a cada persona que nos hizo algo malo, inclusive a cada situación que nos afectó de alguna manera.
Recordemos que el perdón no es opcional sino una obligación para el creyente. Lucas 6.37 dice: “No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados.” Perdón no es sinónimo de olvido. Por el hecho de perdonar no necesariamente vamos a olvidar la ofensa que recibimos.
El perdón debe ser visto más bien como un compromiso que se hace delante de DIOS por el cual nunca más se va a usar la ofensa como motivo para una discusión y como motivo para tomar venganza contra el ofensor. Esto es perdón.
El perdón es como un efectivo detergente que limpia de rencor el corazón. Al perdonar, no exijamos explicaciones, simplemente perdonemos. A veces no será posible mirar cara a cara, a quien nos ofendió y contra quien guardamos rencor. Quizá está lejos, o se ha muerto, o simplemente no quiere saber nada con nosotros. Si es así, no importa, perdonemos de todas maneras. Hagámoslo delante de DIOS y de corazón.
Una vez que hemos perdonado, ese pensamiento dañino poco a poco saldrá de nuestra mente y lo podremos reemplazar con pensamientos edificantes. La vida auténticamente cristiana está caracterizada por la ausencia del rencor.
Dios les bendiga abundantemente.

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