miércoles, 22 de noviembre de 2017

Un momento... LA IRA

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UN MOMENTO PARA PENSAR EN DIOS
LA IRA

La ira es una fuerte emoción que genera una poderosa energía que impulsa destruir aquello que lo provoca. 
La vida auténticamente cristiana se caracteriza por evitar demostraciones de furia descontrolada. Porque la ira en sí mismo es una emoción normal en el ser humano. 
Quizás esto nos sorprenda. Pero por el hecho de ser creados a imagen y semejanza de DIOS, el ser humano está en capacidad de experimentar ira, así como DIOS experimenta ira.
Dios se aíra contra el impío, y el motivo es su pecado. Salmo 7.11 dice: “Dios es juez justo, Y Dios está airado contra el impío todos los días.”
En Marcos 3.5 leemos: “Entonces, mirándolos alrededor con enojo, entristecido por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y la mano le fue restaurada sana.” Esto tiene que ver con Jesús en la sinagoga de Capernaum. Jesús, el Hijo, experimentó ira. En este caso, la ira fue provocada por los corazones de la gente, endurecidos por el pecado de incredulidad.
En algún momento de la agitada historia del pueblo de Israel, los amonitas acamparon contra Jabes de Galaad. En su desesperación, los habitantes de la ciudad se ofrecieron a servir como esclavos de los amonitas, con tal de que de preservar la vida. Esto llegó a oídos de Saúl, 1 de Samuel 11.6 dice: “Al oír Saúl estas palabras, el Espíritu de Dios vino sobre él con poder; y él se encendió en ira en gran manera.” Qué interesante. El Espíritu Santo viene sobre Saúl y ¿qué es lo que produce en él? Ira, pero no una leve ira, sino ira en gran manera. El Espíritu Santo también experimenta ira. En este caso la ira fue provocada por el ataque de los enemigos al pueblo de DIOS.
El hombre hecho a imagen y semejanza de DIOS, por tanto, también experimenta ira, especialmente cuando la persona de DIOS o la Palabra de DIOS o su pueblo están bajo ataque de los enemigos. Así que, la ira no es mala en sí misma.
Efesios 4.26-27 dice: “Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo.” El texto dice: Airaos. Sin embargo, el texto también dice: Cuando esté airado, tenga cuidado de no pecar. La ira, en un sentido, predispone al ser humano para pecar. El pecado ocurre cuando esa ira degenera en enojo. Por eso el texto dice: Que el sol no se ponga sobre vuestro enojo. El enojo es la explosión violenta de la ira. Entre el tiempo que se produjo la ira y el tiempo que se pone el sol, es posible que la ira ya haya degenerado en enojo. El enojo ya es pecado. Al permitir que la ira se transforme en enojo, estamos dando lugar al diablo. La meta del creyente debería ser que su ira no se transforme en enojo. Este enojo se manifiesta de diversas maneras. Puede manifestarse internamente. La persona no dirá nada indebido ni hará nada indebido. Se limitará a apretar los dientes, cerrar bien los puños, ponerse rojo como un tomate y nada más. El enojo se ha guardado en el interior. Pero el enojo también puede manifestarse externamente. La persona dirá a gritos cosas sin pensar o hará cosas absurdas bajo el control absoluto de una furia salvaje. La manifestación del enojo siempre tiene sus consecuencias. Estas consecuencias dependen del tipo de manifestación del enojo. Si el enojo se expresa internamente, produce problemas espirituales, es un obstáculo para la oración, problemas emocionales, la persona se vuelve rencorosa, y problemas físicos.
¿Cómo podemos evitar entonces que la ira se transforme en enojo?
Veamos en Nehemías en el capítulo 5. Nehemías llegó a saber acerca de un asunto que le causó gran ira. Pero Nehemías no permitió que esa ira se manifieste en furia.
En primer lugar, Nehemías reconoció la ira. Nehemías 5.6 dice: “Y me enojé en gran manera cuando oí su clamor y estas palabras” Este es el primer paso para manejar bien la ira. Es necesario reconocer que estamos airados. No nos hará ningún bien decir que no estamos airados cuando sabemos que lo estamos. Ignorar los problemas no nos ayuda en nada. Aprenda a reconocer cuando esté con ira.
En segundo lugar, Nehemías lo meditó. Nehemías 5.7 en la primera parte dice: “Entonces lo medité” El verbo Hebreo que se ha traducido como “meditar” literalmente significa: Hablar con uno mismo, o aconsejarse uno mismo. Para hablar con uno mismo, o aconsejarse uno mismo se necesita de tiempo. Cuando el texto dice que Nehemías lo meditó, está dando a entender que después que reconoció que estaba airado, Nehemías se quedó quieto por un tiempo. No sabemos exactamente cuánto tiempo, pero se quedó quieto. De aquí aprendemos que jamás debemos actuar inmediatamente después de que algo nos haya hecho airar. Es otro paso para evitar que la ira degenere en enojo.
En tercer lugar, Nehemías confrontó lo que causó la ira. Nehemías 5.7 dice: “Entonces lo medité, y reprendí a los nobles y oficiales, y les dije: ¿Exigís interés cada uno a vuestros hermanos? Y convoqué contra ellos una gran asamblea.”
Las cosas que causan ira no se arreglan ignorándolas. Es necesario confrontarlas para que no vuelvan a suceder. Pero para hacerlo hace falta tener la cabeza fría. Proverbios 15.1 dice: “La blanda respuesta quita la ira; mas la palabra áspera hace subir el furor”.
Por último, Nehemías concluyó todo este proceso en oración. Nehemías 5.19 dice: “Acuérdate de mí para bien, Dios mío, y de todo lo que hice por este pueblo.”
Lejos de terminar en furia descontrolada, el incidente con Nehemías terminó con oración. La ira no degeneró en enojo. Así deberían terminar todos los episodios que nos causan ira, pero para ello es necesario dar los pasos que dio Nehemías. La vida auténticamente cristiana se caracteriza por evitar que la ira degenere en enojo.
Dios les bendiga abundantemente.

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