miércoles, 15 de noviembre de 2017

Un momento... LOS MALOS ENTENDIDOS

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UN MOMENTO PARA PENSAR EN DIOS
LOS MALOS ENTENDIDOS

Un dicho popular afirma que ningún comedido sale bien. Una de las posibles razones es porque no siempre nuestras buenas acciones o buenas palabras son bien interpretadas o bien comprendidas por los demás. Se produce entonces lo que llamamos un malentendido.
¿Cuándo fue la última vez dijimos algo o hicimos algo con la mejor de las intenciones y sin embargo todo salió tan mal que nos arrepentimos de haberlo dicho o haberlo hecho?
A lo mejor no fue hace mucho tiempo, porque los malos entendidos suelen ocurrir con bastante frecuencia. Cuando uno es víctima de un malentendido queda malherido, porque inmediatamente es criticado o difamado o investigado, o como decimos familiarmente, uno se mete en un lío.
A nadie le gusta pasar por esta situación y justamente de esto es de lo que se aprovecha el gigante de los malos entendidos para acorralarnos y dominarnos.
Este gigante nos gritará en la cara: No seas necio, la próxima vez no hagas nada aunque estés en condiciones de hacerlo, para que no pases vergüenza una vez más.
Dominados por este gigante, nos volvemos apáticos a las necesidades espirituales, emocionales y físicas de los demás. Decidimos que lo mejor es vivir nuestra vida sin pensar siquiera en los demás.
Vive tu vive y deja que otros vivan la suya. Si llegamos a este estado de cosas, el gigante de los malos entendidos habrá logrado una resonante victoria. Y cuántos han llegado a esta lamentable condición. Me refiero a personas que alguna vez hicieron algo para ayudar a alguien pero fueron malentendidos y hoy no mueven ni un dedo para ayudar a nadie.
La clave está entonces en cómo conquistar a este poderoso gigante. Para ello, reconozcamos que no somos los únicos que hemos sido víctima de un malentendido. No pensemos que hay algo raro que hace que los demás no entiendan correctamente nuestras palabras o nuestros actos.
Todos nosotros somos víctimas del malentendido. Es un mal universal. Una cosa es lo que pensamos, otra la que sale de nuestros labios, otra la que llega a los oídos de nuestro interlocutor y otra la que llega a la mente de nuestro interlocutor. Es la falencia de la comunicación y la fuente de todos los malos entendidos. La única forma de evitar malos entendidos sería dejando de hablar con todos.
Pero tratemos de pasar una sola hora con otros sin decir una palabra. Veremos que es imposible. Entonces es perfectamente posible que cualquier persona sea mal entendida.
Los malos entendidos son como algunas bacterias en nuestro organismo. Tenemos que vivir con ellas.
Lo primero que tenemos que hacer es entregar la situación a DIOS. Digamos al Señor en oración que hemos sido mal entendidos y nos sentimos heridos.
Entreguemos esa carga a DIOS y confiemos que Él se encargue de aclarar la verdad de nuestras intensiones, no tratemos de aclarar por nosotros mismos que nuestras intenciones fueron buenas. Los hombres sólo vemos las acciones. No podemos ver las intenciones.
Pidamos al Señor sabiduría, discernimiento y tino para hacer o decir cosas. Antes de hacer o decir algo meditemos en la forma como lo va a hacer o en las palabras que va a decir.
Si por alguna razón sospechamos que algo que vamos a decir puede prestarse para ser mal entendido, no lo digamos. Proverbios 10.19: “El que mucho habla, mucho yerra; el que es sabio refrena su lengua”.
El hablar impulsivo o el actuar impulsivo nos puede conducir a los malos entendidos. Proverbios 13.3: “Cuidar las palabras es cuidarse uno mismo; el que habla mucho se arruina solo”.
Pensemos antes de hablar. Pensemos antes de actuar. Proverbios 15.28: “El hombre justo piensa lo que ha de responder, pero el malvado lanza maldad por la boca”.
Si a pesar de poner todo nuestro empeño para no ser malentendido igual lo somos, no nos desanimemos, pongamos el asunto en la mano del Señor y sigamos haciendo cosas buenas. No nos quedemos atado por el gigante del malentendido.
Que con la ayuda del Señor logremos conquistar al temible gigante del malentendido.
Dios les bendiga abundantemente.

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