viernes, 17 de agosto de 2018

Un momento... PASOS HACIA LA LIBERTAD



UN MOMENTO PARA PENSAR EN DIOS
PASOS HACIA LA LIBERTAD

Cada uno de nosotros ha llegado a Cristo de un modo diferente. Pero lo cierto es que cuando llegamos a Él, sea por la senda que sea, encontramos de inmediato lo que necesitamos.
Comenzando por un grado de paz que hasta allí no conocíamos, pasando por una liberación interna también desconocida, y concluyendo por una certeza externa que nos potencia al máximo nuestras posibilidades.
Sin embargo, no todo es tan sencillo ni tan inmediato cómo podemos suponer.
¿Cuál es el problema, entonces? El evangelio en sí mismo, o en su esencia, seguramente que no. Lo que nos impiden crecer son las ataduras que traemos de nuestra vida anterior y que no hemos podido o sabido romper adecuadamente, y que todavía nos ligan a yugos de alguna clase de esclavitud.
Gálatas 5.1 dice: “Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud”.
Muchos creyentes batallan con problemas que les impiden notoriamente su crecimiento espiritual. Estas ataduras son como eslabones de una cadena que nos mantienen firmemente unidos al pasado, en un área de debilidad.
Muchos cristianos que luchan contra estos problemas llevan vidas de derrota, limitados por la culpa. Tratan de cambiar su conducta por sí mismos, sólo para caer en lo mismo más profundamente y desesperarse.
Deben ser liberados de las cadenas que los tienen sujetos. Una gran mayoría supone, que el simple hecho de la conversión termina con todas estas cosas. En la conversión, nuestro espíritu se somete al Espíritu Santo, pero nuestra alma, reacciona y pelea. Y esgrime sus propias armas, que a la hora del crecimiento, resultan piedra de tropiezo indudables.
Una de ellas y muy importante, la falta de perdón. Gente que ha sido lastimada, herida, rechazada o humillada, se ha llenado de rencor y resentimientos. Encuentra a Cristo, lo acepta como Salvador y Señor de su vida y se predispone a vivir como DIOS quiere, y servirle lo mejor que pueda, pero si no corta con aquello que marcó su vida, el resentimiento continúa, la falta de perdón se manifiesta y la relación con el Señor se deteriora.
Ponemos al perdón en su perspectiva correcta al darnos cuenta que cualquier injusticia que sufrimos de parte de otro es pequeña comparada con nuestro propio pecado contra Dios. En otras palabras, la “basura” que le hemos entregado a nuestro amante Padre celestial es peor que toda la “basura” que otras personas nos han arrojado a nosotros. Si queremos recibir el perdón de Dios debemos perdonar. Lo que nos ayuda a perdonar a quienes nos ofenden es la gratitud hacia Dios por su misericordia para con nosotros, y el deseo de demostrar esa gratitud obedeciendo Su Palabra.
Para caminar en la libertad que Cristo nos ofrece debemos, primero ser sinceros en nuestra relación con Él. Analizarnos e identificar el área de conflicto. Pedir al Espíritu Santo que nos muestre cualquier área de atadura a la que debamos prestarle atención.  
Confesar y arrepentirnos delante del Señor de los pecados que el Espíritu Santo nos muestre.
Perdonar, por decisión propia, todo lo que veamos que es una atadura; inclusive, perdonarnos a nosotros mismos.
Recibir el perdón de DIOS y su sanidad. Renunciar al pecado y cerrar la puerta en cualquier área donde el enemigo pudiera entrar.
Pidamos al Espíritu Santo que nos ayude a romper con los patrones de conducta a los que estamos acostumbrados. Permitamos que el Espíritu Santo vaya formando en nosotros, cada día, la imagen de Cristo.
“Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros”.  Gálatas 5.13.
Dios los bendiga abundantemente.

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