UN MOMENTO PARA PENSAR EN DIOS
COMO
ÁRBOLES PLANTADOS JUNTO AL RÍO
Todos,
sin excepción, hemos sido afectados por la crisis económica, moral y social por
la que de una u otra manera, en mayor o menor medida, con unos u otros matices
regionales, está atravesando el mundo en este tiempo.
La
condición de nuestros pueblos, ha empeorado como consecuencia del alza de los
precios en todas las categorías de consumo, de las guerras internas, del abuso
de los recursos naturales, del gasto superfluo de gobiernos incompetentes y
sobre todo, de la avaricia, el odio, los celos, la discordia y la envidia de
los hombres sin DIOS.
Todos
estos y muchos otros factores de tipo moral, han contribuido a llevarnos a la
situación en que nos encontramos.
No
podemos separar el aspecto moral de su conclusión lógica en el área material.
El pecado sigue siendo la raíz de todos los males del hombre y la respuesta de
DIOS es invariablemente la misma, un retorno a su ley y a sus caminos.
El
tema principal del Salmo 1 es precisamente la ley del Señor y lo que él hace en
el hombre que la guarda y se aparta del consejo de los malos.
La
ley de Dios no es la imposición arbitraria de un ser supremo celoso que no
quiere que sus criaturas prosperen. No está diseñada para sofocar la expresión
libre de los hombres. Todo lo contrario, el mandamiento divino es la única
manera que tenemos para desarrollar nuestro potencial pleno como seres humanos
y alcanzar así la felicidad.
La
mentira de satanás sigue siendo la misma que usó cuando engañó a la primera
pareja en el huerto: “Dios no quiere que sean como él y por eso les ha dado su
mandamiento. Ustedes mismos pueden decidir lo que es bueno y lo que es malo. No
hacen falta sus reglas para lograr lo que se propongan.”
De
esa manera los hizo dudar de la palabra de DIOS y los tentó para que
desobedecieran a él y tuvieran poder sobre todo lo creado.
Nada
les había negado. Sólo un requisito les puso para que mantuvieran su bendición,
confiar en que las decisiones que había hecho para ellos, eran las únicas que
los conducirían a alcanzar su crecimiento a la imagen y semejanza de su
Creador. Pero Adán desobedeció el mandamiento del Señor y los resultados
funestos no se hicieron esperar.
El
versículo 1 del Salmo 1 dice: “Feliz el hombre que pone su amor en la ley del
Señor.”
El
salmista compara esta relación con un “árbol plantado a la orilla de un río.”
La figura habla de abundancia de agua para satisfacer todas sus necesidades.
Alrededor suyo podrá haber sequedad y escasez, pero a él nunca le faltará. Su
follaje estará siempre verde y frondoso y su fruto vendrá sin demora, y en su
tiempo.
Jesús
reafirma la intención del padre cuando dice en Juan 10.10: “Yo he venido
para que tengan vida y para que la tengan en abundancia”.
El
secreto de la abundancia no depende de las circunstancias. La condición para
que le vaya bien no radica en los buenos tiempos, ni en que todos los factores
de las teorías económicas se alineen según el razonamiento humano. Si queremos
que todo lo que hagamos nos salga bien, ocupémonos de cumplir con la voluntad
de DIOS y en descubrir y obedecer Su consejo.
Dios
les bendiga abundantemente.
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