LECTURA
DIARIA:
Jeremías
capítulo 49
En
este capítulo se insertan las profecías contra los pueblos vecinos de los
israelitas: Amón, Edom, Damasco, Arabia y aun contra el lejano Elam.
La
primera acusación contra Amón era el atropello que habían cometido al usurpar
el territorio que secularmente había pertenecido a los israelitas. Ahora el
profeta lanza otra acusación similar a la expuesta contra Moab: el orgullo.
Fiada en sus riquezas y tesoros naturales, se creía a resguardo de toda
contingencia. Su misma posición geográfica favorecía su aislamiento: ¿quién
vendrá contra mí? Por ello, ahora Dios va a mostrar su poder sobre la altiva
Amón. Los enemigos invadirán el territorio de tal forma, que los amonitas,
despavoridos, no sabrán adonde huir.
El
anuncio de la invasión sobre Edom empieza con una interrogación irónica. Los
habitantes de Moab estaban orgullosos de sus viñedos; los de Amón, de sus
feraces valles, y los de Edom, de su tradición sapiencial. Era el lugar de la
sabiduría. Sin embargo, como los viñedos y los valles feraces no habían servido
para nada a la hora de la prueba de Moab y de Amón, así la supuesta sabiduría
excepcional de nada servirá a los edomitas cuando les llegue la hora del
castigo.
El
profeta anuncia aquí una nueva invasión sobre la opulenta Siria. El profeta
presenta la invasión viniendo del norte, ruta tradicional de los invasores
mesopotámicos.
Dios
mismo será el que cause la ruina de Damasco, consumiendo por el fuego los
palacios de Ben-Hadad, que era el nombre común en los reyes de la dinastía
siria.
Esta
profecía va también dirigida contra los hijos de Oriente, designación que en la
Biblia se aplica a las poblaciones beduinas o semibeduinas del desierto arábigo
más allá de Amón, Moab, Edorn.
La
desolación será total, ya que el lugar donde antes estaba Jasor se convertirá
en guarida de chacales. Entre sus ruinas sólo morarán las fieras salvajes.
Elam
era el, reino, que se extendía al este de Mesopotamia, con Susa por capital. En
realidad, Elam no había tenido ninguna relación con el reino de Judá. Pero el
profeta, que quiere destacar el dominio que Dios tiene sobre los destinos de
todos los pueblos, bien pudo vaticinar el futuro de una nación lejana, de la
que ciertamente había oído hablar.
Pero,
en toda profecía conminatoria hay un rayo de esperanza y de rehabilitación:
Pero al fin de los días haré volver a los cautivos de Elam. Esta repatriación
parece expresar una manifestación particular de los designios misericordiosos
que Dios tiene sobre el castigado Elam.
No hay comentarios:
Publicar un comentario