LECTURA
DIARIA:
Ezequiel
capítulo 6
Este
es el principio de un mensaje que consta de dos partes. El mensaje del capítulo
6 es que la idolatría de Judá con seguridad acarrearía el castigo de Dios. El
mensaje en el capítulo 7 describe la naturaleza de ese castigo: destrucción
total de la nación.
No obstante, Dios en su misericordia salvó a un remanente.
Ezequiel profetizó contra las montañas de Israel donde estaban ubicados los
«lugares altos» usados en la adoración de ídolos.
Los
lugares altos eran santuarios edificados a la intemperie sobre las cimas de los
montes, bajo el follaje de frondosos árboles y en otros sitios escogidos.
Salomón adoró en el lugar alto de Gabaón porque el templo aún no había sido
edificado en Jerusalén. Muchos otros rendían legítimo culto a Dios en estos
sitios. El problema con los lugares altos es que fácilmente se convertían en
lugares de culto de los dioses cananeos, o del culto a Jehová como un dios de
la naturaleza. Los lugares altos, altares, imágenes del sol e ídolos, forman
otro grupo de cuatro entidades.
Un
rayo de luz aparece en esta profecía de oscuridad: Dios salvaría a un remanente
de su pueblo, pero únicamente después de que hubieran aprendido algunas
lecciones difíciles.
El
propósito del castigo es de carácter educativo y redentor, para que sepan que
yo soy Jehová. Esta última frase es una de las expresiones más características
de Ezequiel. Aparece más de 50 veces, y de forma ampliada en otras 18
ocasiones.
Un
oráculo contra los montes porque ahí era donde se manifestaba la idolatría de
la gente. Sobre todo collado alto, y en todas las cumbres de los montes habían
construido altares. El castigo que ahora se derramaría se debía a la
acumulación de pecados a lo largo de los años y no necesariamente al pecado de
la gente de aquellos días.
Los
profetas utilizaban con frecuencia esta descripción tripartita de castigo sobre
Jerusalén -espada, hambre y enfermedad- como una forma de decir que la
destrucción sería completa. La espada significaba muerte en batalla, el hambre
vendría cuando los enemigos sitiaran la ciudad, y la enfermedad siempre era un
peligro durante la hambruna.
La
frase «y conocerán que yo soy Jehová» (o variaciones de esta frase) aparece
sesenta y cinco veces en el libro de Ezequiel. El propósito de todo castigo de
Dios no es la venganza, sino imprimir en la gente la verdad de que el Señor es
el único Dios vivo y verdadero. La gente en los días de Ezequiel adoraba ídolos
hechos por el hombre y los llamaba dioses. El únicamente es Dios.
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