LECTURA
DIARIA:
Ezequiel
capítulo 10
Ezequiel
tiene otra visión del trono de Dios. Una figura adicional es «el hombre vestido
de lino» del capítulo 9, cuyo papel ha cambiado al de agente del juicio.
La
visión intenta evidenciar que Dios abandonará el templo antes que Jerusalén sea
quemada.
Los
capítulos 8 al 11, presentan gráficamente la gloria de Dios saliendo del
templo. En 8.3, 4, la gloria de Dios estaba sobre la puerta del norte. Luego se
trasladó a la entrada (“umbral”), luego a la mano derecha de la casa (parte sur
del templo), a la puerta oriental, y finalmente al monte al oriente de la
ciudad, probablemente al monte de los Olivos. Debido a los pecados de la
nación, la gloria de Dios se había ido.
Los
carbones encendidos sugieren que el juicio caerá sobre la ciudad.
La
santidad perfecta de Dios demanda castigo por el pecado.
Las
brasas encendidas esparcidas sobre la ciudad representan la purga del pecado.
Para Jerusalén, esto significaba la destrucción de todo el pueblo que pecó
flagrantemente y se negó a arrepentirse. Muy poco tiempo después de esta
profecía los babilonios destruyeron Jerusalén con fuego.
La
gloria de Jehová abandonó el templo por etapas: Primero pasó al umbral, luego
sobre el querubín, a la puerta del este, y finalmente al Monte de los Olivos,
al este de la ciudad.
La
gloria de Dios se apartó del templo y nunca más estuvo completamente presente
otra vez hasta que Cristo mismo lo visitó en los tiempos del Nuevo Testamento.
La santidad de Dios requirió que El abandonara el templo porque el pueblo lo
había profanado tanto. Dios tuvo que destruir completamente aquello que el
pueblo había pervertido a fin de que la verdadera adoración fuera renovada.
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