LECTURA
DIARIA:
Ezequiel
capítulo 3
Antes
que el profeta pudiese comunicar el mensaje, primero tenía que asimilarlo.
En
su visión, Ezequiel comió el mensaje de Dios y encontró que este alimento
espiritual no solo era bueno para él sino que era dulce como la miel.
Su
determinación de profetizar tenía que ser más fuerte que la renuencia de Israel
a escuchar.
Ezequiel
debía permitir que las palabras de Dios penetraran en su corazón antes de
predicarlas a los demás. El mensaje de Dios debe penetrar en su corazón y
mostrarse en sus acciones antes de que pueda ayudar eficazmente a que otros lo
comprendan y lo apliquen.
El
llamado de Ezequiel era hablarles a los exiliados, a fin de prepararlos para la
destrucción de Jerusalén y el templo.
Me
levantó el Espíritu, una expresión favorita de Ezequiel, la cual indica la
activa participación del Espíritu en el proceso de la revelación divina
El
profeta se había identificado totalmente con el Señor y experimentaba la ira
que en el justo suscita el pecado. La mano de Jehová
Ezequiel
estaba amargado y enojado, no con Dios, sino por los pecados y actitudes del
pueblo. Su visión extraordinaria había terminado y ahora tenía que comenzar la
tediosa tarea de profetizar en medio de su pueblo, al que parecía importarle
muy poco los mensajes de Dios. Antes del cautiverio, el pueblo había oído a
Jeremías, pero no había prestado atención. Ahora Ezequiel tenía que dar un
mensaje similar, y esperaba que lo volvieran a rechazar. Pero la visión de los
seres vivientes y de las ruedas retumbantes estaban de su lado. No tenía nada
que temer porque Dios estaba con él.
A
pesar de conocer el probable resultado, Ezequiel obedeció a Dios.
Ezequiel
se sentó en silencio en medio del pueblo durante siete días. Este era el
período de luto que se acostumbraba por los muertos. Ezequiel estaba guardando
luto por aquellos que estaban espiritualmente muertos. Tel-abib era la
localidad donde se establecieron los judíos cautivos de Jerusalén.
En
el antiguo Israel se estacionaban atalayas sobre los muros para advertir a la
gente del peligro y de mensajeros que se aproximaban. A los profetas también se
les llamaba atalayas. Ezequiel va a advertirles que cada persona es responsable
de su propia conducta.
Un
atalaya permanecía en el muro de la ciudad y advertía al pueblo de un peligro
inminente. El papel de Ezequiel era ser un atalaya espiritual que advertiría al
pueblo del castigo que vendría. Algunos piensan que «su sangre demandaré de tu
mano» significa que de la misma forma en la que un atalaya del muro pagaría con
su propia vida si no advertía a la ciudad que los enemigos se acercaban,
Ezequiel sería castigado con la muerte si se hubiera negado a advertir al
pueblo que vendría castigo por sus pecados. Otros creen que significa
simplemente que Dios haría responsable a Ezequiel de los que se perdieran.
Si
el pueblo que quedaba en Judá continuaba con sus pecados, ellos, su tierra y
sus ciudades serían destruidos por los ejércitos de Nabucodonosor. Si, por otro
lado, se volvían a Dios, sus vidas serían perdonadas. Dios haría responsable a
Ezequiel por sus compatriotas judíos si no les advertía sobre las consecuencias
de sus pecados.
Ezequiel
reconoció su impotencia ante Dios y cayó postrado en la presencia del Señor.
A
Ezequiel se le permitía hablar únicamente cuando Dios tenía un mensaje para el
pueblo. El pueblo sabía que cualquier cosa que él dijera era mensaje de Dios.
No tenían que preguntarse si Ezequiel hablaba por la autoridad de Dios o por
iniciativa propia.
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