LECTURA
DIARIA:
Jeremías
capítulo 45
Desesperado,
y vencido por las dificultades que enfrentaba, Baruc recibe un mensaje de Dios
que le dice que no busque para sí grandezas, sino que agradezca haber escapado
con vida.
El
secretario de Jeremías se sentía desalentado por tanta adversidad e
incomprensión, y Jeremías le transmite de parte de Jehová un oráculo de
consolación.
Baruc
sufría una fuerte depresión moral, como la había sufrido su maestro Jeremías.
Necesitaba ser confortado por Dios, como lo había sido éste. Al redactar las
profecías e incidentes de su maestro, se sentía deprimido ante tanta
incomprensión, ya que tenía que participar de los desprecios de que era objeto
Jeremías. Por otra parte, la obcecación general llevaba inevitablemente a la
catástrofe. Sólo tenía que consignar por escrito ruinas, amenazas, que llenaban
el triste horizonte futuro de su pueblo. Las profecías se sucedían cada vez más
sombrías, y él temía personalmente por su suerte; de ahí su queja: ¡Ay mísero
de mí, que Yahvé no hace más que añadir dolor a mi dolor!. Su sentimiento
patriótico le laceraba ante los tristes destinos de su nación, y su destino
personal le angustiaba. Por todo se sentía en una amargura profunda, en una
crisis psicológica: ¡Me canso de gemir, y no hallo reposo!.
Pero
Dios en su mensaje le invita a la reflexión. Está en contra de los intereses
personales. También Dios tiene llagado el corazón, ya que tiene que destruir,
por imperativos de su justicia y santidad, lo que con tanto amor ha formado: He
aquí que lo que yo había edificado lo destruyo, lo que había plantado lo
arranco. Muy contra sus sentimientos de amor, se ha visto obligado a castigar
con la ruina general a su pueblo Israel, que con tanto amor había edificado y plantado
al formarlo como pueblo, sacándolo de Egipto. Todos sus desvelos han resultado
inútiles. Pero su justicia es inexorable, y tiene que intervenir. Si, pues,
Dios mismo tiene que sacrificar los íntimos sentimientos de su amor en aras de
la justicia, ¿por qué se va a exceptuar el propio Baruc?: Y tú pides para ti
grandes cosas. Esto es pedir demasiado, ya que tiene que compartir un mínimo de
penalidades. No debe poner en primer plano sus sentimientos personales y sus
intereses particulares, sino pensar en las exigencias de la justicia y santidad
divina.
Debe
contentarse ahora con salvar su vida, y por eso todavía es un privilegiado, ya
que Dios le anuncia que no perecerá en la ruina general.
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