LECTURA
DIARIA:
Lamentaciones
capítulo 2
El
capítulo 1 describe la desolación de Jerusalén y pide la venganza de Dios sobre
sus enemigos. El capítulo 2 incluye un llamado al pueblo de Dios a derramar sus
corazones en la presencia del Señor.
El
pueblo debía volverse de sus pecados, debía lamentarse sinceramente por sus
faltas contra Dios. El pueblo tenía mucho por qué llorar. Debido a su obstinada
rebelión contra Dios, acarrearon un gran sufrimiento, sobre todo sobre los
inocentes.
La
pecaminosidad del pueblo trajo su destrucción.
El
templo era el centro de adoración. Su destrucción simbolizaba el rechazo de
Dios por su pueblo, ya no viviría más entre ellos.
El
pueblo de Judá, a pesar de su hermoso templo, rechazaba en sus vidas diarias lo
que proclamaba en sus rituales de adoración. Por lo tanto, su adoración se
volvió una farsa burlona
Se
perdieron cuatro símbolos y recursos poderosos de seguridad: la protección de
las puertas de la ciudad, el liderazgo del rey y los príncipes, la dirección de
la ley y la visión de los profetas. Con esos cuatro factores presentes el
pueblo se adormeció y cayó en un falso sentido de seguridad y se acomodó a sus
pecados.
Jeremías
era un testigo presencial. No abandonó a su pueblo desobediente, sino que sus
ojos desfallecieron de lágrimas.
Las
lágrimas de Jeremías eran sinceras y estaban llenas de compasión.
Mientras
Jeremías advertía al pueblo de la destrucción inminente y el largo cautiverio
que vendría, los falsos profetas decían que todo marchaba bien y que el pueblo
no debía temer. Todas las palabras de Jeremías se cumplieron porque era un
verdadero profeta de Dios.
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