LECTURA
DIARIA:
Ezequiel
capítulo 1
La visión
apocalíptica de este capítulo, es una revelación divina cargada de símbolos,
puede ser dividida en tres partes: versículos 4-14 (la tormenta y los cuatro
seres vivientes); versículos 15-21 (las cuatro ruedas); y versículos 22-28 (la
expansión y el trono).
Una
visión similar se describe en el cap. 10, donde la presencia de Dios abandona
el templo. Aunque la visión es difícil de interpretar en algunos aspectos, su
intención es revelar que el Dios soberano está a punto de intervenir en la
historia para juzgar a Judá; el Señor ha escogido a Ezequiel, quien con gran
temor se postra sobre el rostro respetuoso (versículo 28), para advertir al
pueblo.
Esta es la primera visión de Ezequiel en la que Dios lo llama para ser profeta. Nada en su experiencia previa lo había preparado para tal demostración del poder y de la presencia de Dios. La “gran nube” resplandecía con vientos tempestuosos y estaba rodeada por una luz brillante. Cuatro seres vivientes surgieron del envolvente fuego de la nube. Le mostraron a Ezequiel que la destrucción de Jerusalén sería castigo de Dios por los pecados de Judá. Estos seres vivientes también se presentan en Ezequiel estaba muy lejos del templo de Jerusalén, símbolo físico de la presencia de Dios, cuando recibió esta visión. Por medio de ella, supo que Dios está presente en todas partes y que sus actividades en el cielo conforman los sucesos en la tierra.
Esta es la primera visión de Ezequiel en la que Dios lo llama para ser profeta. Nada en su experiencia previa lo había preparado para tal demostración del poder y de la presencia de Dios. La “gran nube” resplandecía con vientos tempestuosos y estaba rodeada por una luz brillante. Cuatro seres vivientes surgieron del envolvente fuego de la nube. Le mostraron a Ezequiel que la destrucción de Jerusalén sería castigo de Dios por los pecados de Judá. Estos seres vivientes también se presentan en Ezequiel estaba muy lejos del templo de Jerusalén, símbolo físico de la presencia de Dios, cuando recibió esta visión. Por medio de ella, supo que Dios está presente en todas partes y que sus actividades en el cielo conforman los sucesos en la tierra.
El
número 4, que se usa 12 veces en este capítulo y en 40 ocasiones a lo largo del
libro, simboliza la totalidad. (cuatro vientos); (cuatro direcciones); (cuatro
esquinas).
Las
criaturas que se describen se les llaman «querubines».
Las
varias caras representan el gobierno divino sobre toda la creación.
Se
describe a las criaturas como poseedoras de cuatro alas cada una (versículo 6),
y como señal de respeto ante la presencia de Dios, se cubren sus cuerpos con
dos de ellas.
La
dificultad que tiene Ezequiel en comunicar su visión se evidencia cuando nos
dice que, además de aparecer las criaturas a semejanza de hombre, su aspecto
era como de carbones de fuego encendido.
Junto
a cada criatura había una rueda (versículo 15), cuya apariencia era como rueda
en medio de rueda (versículo 16). Las ruedas tenían aros enormes (que quizás se
elevaban de la tierra al cielo), los cuales estaban llenos de ojos,
simbolizando la omnisciencia de Dios (versículo 18), y el espíritu de los seres
vivientes estaba en las ruedas (versículo 21). La visión en su conjunto parece
simbolizar la omnipresencia de Dios, quien puede moverse en cualquier
dirección.
Cada
uno de los cuatro seres vivientes tenía cuatro caras, que simbolizaban la
naturaleza perfecta de Dios. Algunos creen que el león representaba la fuerza;
el buey, el servicio diligente; el hombre, la inteligencia; y el águila, la
divinidad. Otros los ven como las criaturas más majestuosas de Dios y dicen que
representan a la creación entera.
La
“rueda en medio de rueda”, probablemente describe dos ruedas en ángulo recto,
una en dirección norte a sur y la otra en dirección este a oeste. Podían
moverse para cualquier parte como Dios, que está presente en todas partes y
puede ver todas las cosas. Dios no está restringido a Jerusalén, sino que rige
la vida y la historia. A pesar de que los cautivos habían experimentado grandes
cambios, Dios todavía llevaba las riendas.
Sobre
las criaturas aparecía una expansión, la misma palabra empleada para designar
la expansión creada por Dios en el segundo día de la creación, a la cual llamó
«cielo». Allí separaba las aguas que estaban debajo, de las que estaban encima;
aquí a las criaturas del trono.
Lo
más importante para Ezequiel es que Dios estaba presente en Babilonia lo mismo
que en Jerusalén.
Esta
“semejanza que parecía de hombre” revelaba la santidad de Dios y preparaba a
Ezequiel para lo que Él estaba a punto de decirle. Esta figura representaba al
mismo Dios en el trono. De manera similar, Cristo revela a Dios en forma humana
y nos prepara para su mensaje de salvación. Cristo llegó a la historia en un
cuerpo humano, real.
Ezequiel
percibió la gloria de Dios como una luz brillante y fuego. Cayó de cara al
suelo, abrumado por la santidad de Dios y por su propia insignificancia y
maldad. Ezequiel ve como si esta gloria abandonara el templo y retornara más
tarde a otro templo.
El
propósito del castigo de Dios es corregirnos y, finalmente, permitir que reine
paz perfecta y justicia en la tierra para siempre.
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