jueves, 16 de agosto de 2018

Leyendo... Lamentaciones capítulo 4



LECTURA DIARIA:
Lamentaciones capítulo 4

Este capítulo contrasta la situación anterior al sitio de Jerusalén con la situación que lo precedió. Los sonidos y señales de prosperidad se fueron debido al pecado del pueblo.

Cuando una ciudad estaba bajo sitio, la muralla de la ciudad, construida para dar protección, sellaba a la gente que estaba en su interior. No podían salir a los campos en busca de comida ni agua debido a que el enemigo estaba acampado alrededor de ella. Cuando los alimentos se terminaron en la ciudad, el pueblo observó que sus enemigos cosechaban y comían el producto de los campos. El sitio era una prueba de voluntad para ver quién resistía más. Jerusalén estuvo sitiada durante dos años. La vida se volvió tan difícil que el pueblo hasta se comía a sus hijos y los cadáveres los dejaban para que se pudrieran en las calles. Se perdió toda esperanza.
Los judíos definían las cualidades de su tierra con los términos oro, buen oro , y piedras del santuario; y llamaban a sus hijos preciados y estimados más que el oro puro . Esto hacía más penoso el contraste con su condición actual.
Los avestruces eran famosos por abandonar sus huevos para que el sol los empollara. La terrible situación había transformado los sentimientos maternales en este tipo de indiferencia.
Israel había gozado de mayores privilegios que Sodoma. Esto significa que le correspondían mayores obligaciones y que debía asumir una mayor responsabilidad por su pecado.
Los profetas y sacerdotes como responsables por ocultar la verdad, eran realmente los culpables; habían preferido creer a las halagüeñas palabras de los falsos profetas. Su condición se asemejaba a la de los sacerdotes en tiempo de Jesús.
Estar contaminado o inmundo significaba no ser digno de entrar al templo ni adorar a Dios. Los sacerdotes y profetas debían haber sido los más cuidadosos en mantener la pureza ceremonial para así continuar llevando a cabo sus deberes ante Dios. Sin embargo, muchos sacerdotes y profetas hicieron el mal y se contaminaron. Como líderes de la nación, su ejemplo llevó al pueblo al pecado y provocó la caída final de la nación y de Jerusalén, su ciudad capital.
Judá pidió ayuda a Egipto para pelear en contra del ejército babilónico. Egipto dio falsas esperanzas a Judá, comenzaron a ayudar, pero luego se retiraron. Jeremías advirtió a Judá que no se aliara a Egipto. Dijo a los líderes que confiaran en Dios, pero se negaron a escucharlo.
Sedequías, a pesar de ser llamado «el ungido de Jehová», tuvo poca profundidad espiritual y poco poder de liderazgo. En vez de depositar su fe en Dios y escuchar a Jeremías, el verdadero profeta de Dios, escuchó a los falsos profetas. Para empeorar la situación el pueblo decidió seguir y confiar en su rey. Eligieron el camino de la confianza y complacencia falsas al querer sentirse seguros en vez de seguir las instrucciones que Dios le daba a su pueblo a través de Jeremías. Pero al objeto de su confianza, el rey Sedequías, lo capturaron. La mayoría del pueblo fue conducida a la cautividad.

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