LECTURA
DIARIA:
Ezequiel
capítulo 7
En
el capítulo 7, Ezequiel predice la destrucción de Judá. Los malvados y los
soberbios obtendrán lo que se merecen.
La
nación de Judá confiaba en su propia prosperidad y posesiones en vez de confiar
en Dios. Por lo tanto, Dios planeó destruir las bases de su prosperidad.
El
juicio es severo y abarcador. Nadie escapa de él, porque la espada espera en
los campos y la pestilencia y el hambre consumirán a quien se halle dentro de
la ciudad.
Plata
y oro carecen de valor en tiempos de sitio, ya que no hay nada que se pueda
comprar. Esto es especialmente así en el día del furor de Jehová, ya que las
riquezas no salvarán a nadie. Por el contrario, ella ha sido tropiezo para su
maldad.
El
pueblo de Dios permitió que su amor al dinero lo llevara al pecado y por esto
Dios lo destruiría. El dinero tiene el extraño poder de conducir a la gente
hacia el pecado. Pablo dijo que «raíz de todos los males es el amor al dinero».
Dios
dio al pueblo oro para decorar el templo, pero lo utilizaron para hacer ídolos.
El
templo de Jerusalén sería profanado por los babilonios, cuando Dios le retirara
su protección (apartaré de ellos mi rostro).
El
pueblo de Jerusalén se vanaglorió en sus construcciones. El templo mismo fue
una fuente de vanagloria. Esta soberbia sería aplastada cuando los malvados e
impíos babilonios destruyeran las casas y lugares santos de Jerusalén.
Quebrantamiento
tras quebrantamiento, los rumores empeoraban la situación.
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