LECTURA
DIARIA:
Ezequiel
capítulo 41
Este
capítulo se ocupa de las proporciones del templo.
Sus diferencias con el de
Salomón buscan desviar la atención de lo que sería un modelo temporal y
terrenal de templo.
La
santidad de Dios es un tema central a través del Antiguo y del Nuevo
Testamentos. El Lugar Santísimo era la habitación más interior del templo. Allí
se guardaba el arca del pacto y en donde se decía que moraba la gloria de Dios.
El sumo sacerdote entraba al Lugar Santísimo una sola vez al año para llevar a
cabo una ceremonia de expiación por los pecados de la nación.
A
diferencia del querubín descrito en el capítulo 10, el querubín descripto en
este capítulo tiene dos rostros, un
rostro de hombre y otro de león. Los querubines son ángeles poderosos.
El
altar de madera era la mesa que estaba delante de Jehová, donde se colocaba el
pan. Las dimensiones dadas se ajustarían tanto a las de la mesa del pan de la
proposición o las del altar de incienso.
Los
atrios y vestíbulos anteriores no tenían otro objeto que preparar al fiel
israelita para acercarse, en una atmósfera de mayor separación de lo profano o
santidad, a lo que constituía el núcleo fundamental del recinto sagrado, morada
de Yahvé.
El
profeta, dirigido por su guía imaginario, entra en el templo o hekal, que era
la parte de la casa entre el vestíbulo y el santísimo.
El
sumo sacerdote, una vez al año, el día de la expiación, tenía acceso a este recinto,
en el que en los primeros tiempos se guardaba el arca de la alianza, y después
se caracterizaba por el vacío total. Era la mejor atmósfera para la
trascendencia del Dios de Israel, que debía habitar fuera de lo que pudiera ser
contaminado y profano.
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