LECTURA
DIARIA:
Ezequiel
capítulo 27
El
capítulo 27 es un lamento fúnebre sobre la caída de Tiro.
Compara la ciudad con
una nave (27.1-9), menciona muchos de sus comerciantes y luego describe cómo se
hundió. Jesús habló de Tiro como una ciudad digna del juicio de Dios.
La
belleza de Tiro era la fuente de su soberbia y esta les garantizó su juicio.
Después
de anunciar la destrucción y aniquilamiento de Tiro, el profeta entona una
bellísima elegía a la pasada gloria de la gran metrópoli comercial. La ciudad
es presentada como una nave majestuosa construida con los mejores materiales.
Tiro,
en su posición insular, era como una inmensa nave anclada a la entrada del mar,
y, como tal, con una vocación marinera comercial universal; las numerosas islas
o puertos del Mediterráneo eran sus clientes comerciales. Tiro era realmente
una reina entre los mares, y por su hermosura y su posición geográfica logró
convertirse en centro comercial del universo.
El
profeta después de enumerar a los pueblos que suministraban sus guerreros a
Tiro, comienza a enumerar las regiones con que traficaba y los productos que
recibía a cambio de sus múltiples mercancías.
A
pesar de que Tiro se creía segura en su opulencia comercial, también para ella
le llegará la hora del máximo castigo. Sus negocios habían sido demasiado lucrativos,
abusando de su posición comercial excepcional. Todos los pueblos dependían en
cierto modo de sus mercancías, y en este sentido había mantenido una hegemonía
tiránica sobre pueblos menos prósperos. Tiro caerá al mar empujado por el
viento solano, el ejército de Nabucodonosor, que viene del oriente en una
primera embestida y después el de Alejandro Magno, quien, después de vencer a
Darío en Licia, cayó sobre la costa fenicia, subyugándola totalmente. La caída
de Tiro en el corazón del mar, con todos sus mercaderes y marineros, causará el
estupor de sus admiradores. Los marineros de otras naves, consternados y
temerosos de que les suceda lo mismo, se bajarán a tierra y entonarán una
elegía por la triste suerte de la que era reina de los mares, con las típicas
demostraciones de duelo: gritos de desesperación y de dolor, polvo sobre la
cabeza, revolcones en tierra, rasura de los cabellos e indumentaria de saco.
Todos los que recibían beneficios de la gran metrópoli, los habitantes de las
islas, las costas del Mediterráneo, sentirán el escalofrío del miedo, pues no
estarán seguros, habiendo caído la que parecía omnipotente.
Ella
se había alegrado de la ruina de Jerusalén, pero ahora los mercaderes de los
pueblos silbarán irónicamente contra ella, pues ha desaparecido la gran
competidora comercial, la monopolista de las riquezas de la tierra: la
magnífica entre todas las ciudades se ha convertido en objeto de espanto para
todos los pueblos, porque han visto a donde ha llegado tanta gloria pasada, es
el terrible veredicto de Jehová.
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