viernes, 14 de septiembre de 2018

Leyendo... Ezequiel capítulo 27



LECTURA DIARIA:
Ezequiel capítulo 27

El capítulo 27 es un lamento fúnebre sobre la caída de Tiro.
Compara la ciudad con una nave (27.1-9), menciona muchos de sus comerciantes y luego describe cómo se hundió. Jesús habló de Tiro como una ciudad digna del juicio de Dios.
La belleza de Tiro era la fuente de su soberbia y esta les garantizó su juicio.
Después de anunciar la destrucción y aniquilamiento de Tiro, el profeta entona una bellísima elegía a la pasada gloria de la gran metrópoli comercial. La ciudad es presentada como una nave majestuosa construida con los mejores materiales.
Tiro, en su posición insular, era como una inmensa nave anclada a la entrada del mar, y, como tal, con una vocación marinera comercial universal; las numerosas islas o puertos del Mediterráneo eran sus clientes comerciales. Tiro era realmente una reina entre los mares, y por su hermosura y su posición geográfica logró convertirse en centro comercial del universo.
El profeta después de enumerar a los pueblos que suministraban sus guerreros a Tiro, comienza a enumerar las regiones con que traficaba y los productos que recibía a cambio de sus múltiples mercancías.
A pesar de que Tiro se creía segura en su opulencia comercial, también para ella le llegará la hora del máximo castigo. Sus negocios habían sido demasiado lucrativos, abusando de su posición comercial excepcional. Todos los pueblos dependían en cierto modo de sus mercancías, y en este sentido había mantenido una hegemonía tiránica sobre pueblos menos prósperos. Tiro caerá al mar empujado por el viento solano, el ejército de Nabucodonosor, que viene del oriente en una primera embestida y después el de Alejandro Magno, quien, después de vencer a Darío en Licia, cayó sobre la costa fenicia, subyugándola totalmente. La caída de Tiro en el corazón del mar, con todos sus mercaderes y marineros, causará el estupor de sus admiradores. Los marineros de otras naves, consternados y temerosos de que les suceda lo mismo, se bajarán a tierra y entonarán una elegía por la triste suerte de la que era reina de los mares, con las típicas demostraciones de duelo: gritos de desesperación y de dolor, polvo sobre la cabeza, revolcones en tierra, rasura de los cabellos e indumentaria de saco. Todos los que recibían beneficios de la gran metrópoli, los habitantes de las islas, las costas del Mediterráneo, sentirán el escalofrío del miedo, pues no estarán seguros, habiendo caído la que parecía omnipotente.
Ella se había alegrado de la ruina de Jerusalén, pero ahora los mercaderes de los pueblos silbarán irónicamente contra ella, pues ha desaparecido la gran competidora comercial, la monopolista de las riquezas de la tierra: la magnífica entre todas las ciudades se ha convertido en objeto de espanto para todos los pueblos, porque han visto a donde ha llegado tanta gloria pasada, es el terrible veredicto de Jehová.

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