LECTURA
DIARIA:
Ezequiel
capítulo 37
La
visión del valle de los huesos secos ilustra la promesa, una nueva vida y una
nación restaurada, tanto física como espiritualmente.
Los huesos secos
ejemplifican el cautiverio judío: esparcidos y muertos. Los dos palos
representan la unión de la nación dividida de Israel, después de Salomón, en
los reinos del norte y del sur. Los cautivos esparcidos de Israel y de Judá
serían liberados de sus «sepulcros» de cautiverio y algún día se reunirían en
su tierra natal, con el Mesías como líder. Esta visión aún no se ha cumplido.
Ezequiel sintió que quizás hablaba a los muertos cuando predicaba a los
cautivos porque casi no respondieron a su mensaje. ¡Pero estos huesos
respondieron! Y de la misma forma en la que Dios vivificó los huesos secos,
volverá a dar vida a su pueblo espiritualmente muerto.
Los
huesos secos representaban la condición de muerte espiritual del pueblo.
De
forma similar a la creación de los seres humanos que se ofrece en Génesis 2.7,
la vida no surgió sino hasta que Dios «sopló en su nariz aliento de vida». La
primera fase de esta visión parece que corresponde al ministerio de Ezequiel,
cuando éste convocaba a los judíos muertos a escuchar el mensaje de Dios.
Los
cuatro vientos representan las cuatro partes de la tierra o la omnipresencia de
Dios. Esta segunda fase de la visión, se corresponde con el milagro que
Ezequiel pedía al Señor.
Los
sepulcros describe figurativamente la condición de la gente. La fantasía ha
dejado a un lado los huesos dispersos por el campo de batalla y ahora habla de
un cementerio.
Espíritu
(en hebreo ruah se refiere aquí al Espíritu de Dios, pero la misma
palabra se traduce como «aliento» y «viento» en otros versículos. Sólo la
infusión del Espíritu de Dios puede provocar el milagro descrito en el pasaje.
Cada
pieza de madera que Ezequiel tenía que tomar simboliza un reino, ya sea a Judá
o a Efraín. Zacarías usa una imagen similar con dos cayados, llamados «Gracia»
y «Ataduras» El primer palo era para Judá, la tribu líder en el reino del
sur. El otro era para José, por ser el padre de Efraín, la tribu líder del
reino del norte.
Este
es el último acto simbólico de Ezequiel con un objeto material. Se desprende
claramente del versículo 19 que ambos reinos, Judá y Efraín, serán integrados
en una sola nación y que habrá un solo rey. Esto, junto a la interpretación
futurista, lo convierte en un oráculo mesiánico.
Al
Mesías se le llama a menudo David debido a que desciende de él. Este fue un
buen rey, pero el Mesías será el Rey perfecto
La
promesa de Dios aquí va más allá de la restauración física y geográfica de
Israel. Promete dar una nueva vida espiritual a su pueblo para que sus
corazones y actitudes sean las correctas hacia Él y unidas entre sí. Este mismo
proceso se describe a través de la Palabra de Dios como la purificación de
nuestros corazones mediante el Espíritu de Dios.
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