lunes, 24 de septiembre de 2018

Leyendo... Ezequiel capítulo 37



LECTURA DIARIA:
Ezequiel capítulo 37

La visión del valle de los huesos secos ilustra la promesa, una nueva vida y una nación restaurada, tanto física como espiritualmente.
Los huesos secos ejemplifican el cautiverio judío: esparcidos y muertos. Los dos palos representan la unión de la nación dividida de Israel, después de Salomón, en los reinos del norte y del sur. Los cautivos esparcidos de Israel y de Judá serían liberados de sus «sepulcros» de cautiverio y algún día se reunirían en su tierra natal, con el Mesías como líder. Esta visión aún no se ha cumplido. Ezequiel sintió que quizás hablaba a los muertos cuando predicaba a los cautivos porque casi no respondieron a su mensaje. ¡Pero estos huesos respondieron! Y de la misma forma en la que Dios vivificó los huesos secos, volverá a dar vida a su pueblo espiritualmente muerto.
Los huesos secos representaban la condición de muerte espiritual del pueblo.
De forma similar a la creación de los seres humanos que se ofrece en Génesis 2.7, la vida no surgió sino hasta que Dios «sopló en su nariz aliento de vida». La primera fase de esta visión parece que corresponde al ministerio de Ezequiel, cuando éste convocaba a los judíos muertos a escuchar el mensaje de Dios.
Los cuatro vientos representan las cuatro partes de la tierra o la omnipresencia de Dios. Esta segunda fase de la visión, se corresponde con el milagro que Ezequiel pedía al Señor.
Los sepulcros describe figurativamente la condición de la gente. La fantasía ha dejado a un lado los huesos dispersos por el campo de batalla y ahora habla de un cementerio.
Espíritu (en hebreo ruah  se refiere aquí al Espíritu de Dios, pero la misma palabra se traduce como «aliento» y «viento» en otros versículos. Sólo la infusión del Espíritu de Dios puede provocar el milagro descrito en el pasaje.
Cada pieza de madera que Ezequiel tenía que tomar simboliza un reino, ya sea a Judá o a Efraín. Zacarías usa una imagen similar con dos cayados, llamados «Gracia» y «Ataduras»  El primer palo era para Judá, la tribu líder en el reino del sur. El otro era para José, por ser el padre de Efraín, la tribu líder del reino del norte.
Este es el último acto simbólico de Ezequiel con un objeto material. Se desprende claramente del versículo 19 que ambos reinos, Judá y Efraín, serán integrados en una sola nación y que habrá un solo rey. Esto, junto a la interpretación futurista, lo convierte en un oráculo mesiánico.
Al Mesías se le llama a menudo David debido a que desciende de él. Este fue un buen rey, pero el Mesías será el Rey perfecto
La promesa de Dios aquí va más allá de la restauración física y geográfica de Israel. Promete dar una nueva vida espiritual a su pueblo para que sus corazones y actitudes sean las correctas hacia Él y unidas entre sí. Este mismo proceso se describe a través de la Palabra de Dios como la purificación de nuestros corazones mediante el Espíritu de Dios.

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