lunes, 3 de septiembre de 2018

Leyendo... Ezequiel capítulo 16



LECTURA DIARIA:
Ezequiel capítulo 16

El mensaje de este capítulo recuerda a Jerusalén acerca de su anterior condición de menosprecio entre las naciones cananeas.
Utilizando el lenguaje figurado de una niña pequeña que crece hasta convertirse en una mujer madura, Dios le recuerda que la levantó desde un nivel muy bajo a una gran gloria como su esposa. Sin embargo, traicionó la confianza que
Dios había puesto en ella y se prostituyó entre las naciones paganas adoptando sus costumbres.
Canaán era el nombre antiguo del territorio tomado por los hijos de Israel. La Biblia a menudo utiliza este nombre para referirse a todas las naciones paganas y corruptas de la región. Los heteos y los amorreos, dos naciones cananeas, eran conocidas por su maldad. Pero ahora Dios dice a su pueblo que no es mejor que los cananeos.
En el mensaje, Dios habla duramente de su pueblo: Te prostituiste. Implica no solamente el adulterio, sino la lujuria. Se entregaba a cuantos pasaban junto a ella; y, en lugar de hacerse pagar por sus servicios, pagaba a sus amantes.
Dios se preocupó y amó a Judá, solo para verlo irse en pos de otras naciones y sus dioses falsos. La nación había crecido a la madurez y se había vuelto famosa, pero se olvidó de quién le había dado la vida.
Los cananeos practicaron el sacrificio de niños antes de que Israel invadiera su tierra. Sin embargo, estaba estrictamente prohibido por Dios. En tiempos de Ezequiel, no obstante, el pueblo estaba sacrificando abiertamente a sus propios hijos. Jeremías confirmó que esta era una práctica usual. Debido a tales actos perversos entre el pueblo y el sacerdocio, el templo ya no era un lugar en el que Dios pudiera habitar. Cuando Dios abandonó el templo, dejó de ser el guía y el protector de Judá.
El resultado lógico de la idolatría de Jerusalén es el sacrificio de todo primogénito, a quienes los entregaban como ofrenda que el fuego consumía.
La prostitución se trasladó de los lugares altos en las afueras de Jerusalén al corazón de la ciudad, a todas las plazas. Los lugares altos son como burdeles.
Las acciones de los judíos eran tan repugnantes que incluso aquellos que adoraban a otros dioses, incluyendo a su gran enemigo, los filisteos, se avergonzarían de comportarse de esa manera. Los judíos los superaron en sus maldades.
Ezequiel recordó a Judá, sin embargo, que a Sodoma la destruyeron por su soberbia, ociosidad, glotonería y por olvidar al necesitado que estaba a su alcance.
A pesar de que el pueblo había roto sus promesas y no merecían más que castigo, Dios no quebrantaría las suyas. Si el pueblo regresaba a Él, una vez más los perdonaría y renovaría su pacto.

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