miércoles, 5 de septiembre de 2018

Leyendo... Ezequiel capítulo 18



LECTURA DIARIA:
Ezequiel capítulo 18

Algunas personas del pueblo de Judá creían que estaban siendo castigadas por los pecados de sus antepasados, no por los suyos propios.
Ellos pensaban de esta manera porque era lo que enseñaban los Diez Mandamientos. Ezequiel enseñó que la destrucción de Jerusalén era debido al deterioro espiritual en generaciones previas. Pero esta creencia en la vida corporativa de Israel condujo a fatalismo e irresponsabilidad. Así que Ezequiel dio la nueva póliza de Dios para su tierra porque el pueblo había interpretado mal la antigua. Dios juzga a cada persona individualmente, a pesar de que con frecuencia sufrimos los efectos de pecados cometidos por aquellos que nos precedieron. Dios no nos castiga por el pecado de otros. Y no podemos utilizar los errores de la gente como excusa por nuestros pecados. Cada persona es responsable ante Dios por sus acciones.
El énfasis en la solidaridad colectiva condujo a la falsa suposición de que el individuo no era personalmente responsable de sus pecados. Ezequiel cita tres generaciones para mostrar que cada uno sufre las consecuencias de sus propios pecados. Cada ejemplo contiene una amplia relación de conductas rectas y torcidas.
La Ley de Moisés poseía reglas acerca del recargo de intereses para prevenir que se tomara ventajas a costa de los pobres o de los compañeros israelitas.
Un pecador que se apartare de sus caminos, vivirá, y si el justo se apartare de su justicia y cometiere maldad morirá. Cada persona es juzgada por sus obras. De ahí que se inste a todos a convertirse.
Dios es un Dios de amor, pero también es un Dios de perfecta justicia. Su amor perfecto hace que sea misericordioso con aquellos que reconocen sus pecados y se vuelven a Él, pero no puede hacer la vista gorda con los que pecan voluntariamente. La gente malvada muere tanto física como espiritualmente. Dios no se goza con la muerte de ellos. El preferiría que se volvieran a Él y que tuvieran vida eterna.
En realidad, Dios es justo, pero nosotros hemos quebrantado las leyes. No es Dios quien debe vivir de acuerdo con nuestras ideas de justicia, sino nosotros debemos vivir de acuerdo con las suyas.
La solución de Ezequiel a los problemas que respectan a la culpa heredada es para que cada persona tenga un cambio de vida. Esto es obra de Dios en nosotros y no algo que podamos hacer por nuestra propia cuenta. Lo realiza el Espíritu Santo. Si renunciamos a la dirección que lleva nuestra vida de pecado y rebelión, y nos volvemos a Dios, Él nos dará un nuevo rumbo, un nuevo amor y un nuevo poder para cambiar.
Un corazón nuevo y un espíritu nuevo.

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