UN MOMENTO PARA PENSAR EN DIOS
LAS RIQUEZAS EN SU JUSTO LUGAR
"No te afanes por hacerte rico: sé prudente y desiste. ¿Has de poner tus ojos en las riquezas, que son nada? De cierto se hacen alas como de águila, y vuelan al cielo."
(Proverbios 23. 4 - 5)
El pensamiento que encontramos destacado en este lugar es que no es malo ser rico, ni en trabajar para serlo. Sin embargo ello no debe ser el objetivo de la vida.
Vivimos en una sociedad cada vez más materialista, donde se mide a la gente por lo que tiene y no por lo que es. Aun vemos eso dentro de las iglesias, entre los hermanos, pero también con pastores que hacen ostentación de lo que tienen e impulsan en sus mensajes, solo al evangelio de la prosperidad material.
Las riquezas no deberían ser la meta de nuestros corazones. Algunos tienen un ansia, una codicia por acumular dinero hasta el punto en que éste se convierte en un dios. Y convierten esa ansiedad en una lucha, en la máxima prioridad de sus vidas.
Un hijo de DIOS no debe caer en esas pasiones incontroladas. Y si se enfrenta a ese tipo de tentación, puede expresárselo a DIOS en oración, mostrando su disposición a dejarse controlar por el Espíritu Santo.
Todos hemos escuchado de gente que ha ganado millones de dólares y luego lo ha perdido todo. Hasta la persona promedio puede gastar una herencia, o un cheque, a la velocidad de un relámpago y tener muy poco que mostrar por ello. No desperdiciemos nuestro tiempo persiguiendo tesoros terrenales efímeros. Por el contrario, acumulemos tesoros en el cielo, ya que los tales nunca se perderán.
Por ello decimos que el problema no consiste en acumular riquezas. El problema surge cuando el corazón humano tiene un deseo irrefrenable por ganar dinero.
En ese caso estamos frente a la codicia que es, en realidad, una forma contemporánea de idolatría. Y es de la codicia que nos habla este proverbio. Aquellos que adoran el dinero están adorando a un dios falso, y ese dios falso es como un águila que remontará el vuelo en cualquier momento.
El dinero solo tiene dos caras; o es una bendición, o es una maldición; o lo usas o te usa; o te rinde o te le rindes.
Busquemos el beneficio del dinero y no el dinero, cuando pensemos en crear una empresa nunca pensemos en cuanto vamos a ganar o cuanta riqueza vamos a crear, pensemos primero en cómo satisfacer una necesidad. También, en cuánto bien podemos hacer a los demás y tengamos la seguridad de que la empresa tendrá más probabilidades de tener éxito.
Si buscamos el dinero por el dinero, entonces nos rendimos a él y lo convertimos en un dios y “Ninguno puede servir a dos señores, porque odiará al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.” (Mateo 6: 24).
Las cosas de este mundo no son felicidad ni porción para el alma; quienes las aferran tan apretadamente, no pueden retenerlas para siempre, no pueden aferrarse a ellas por mucho tiempo.
Dios les bendiga abundantemente.
LAS RIQUEZAS EN SU JUSTO LUGAR
"No te afanes por hacerte rico: sé prudente y desiste. ¿Has de poner tus ojos en las riquezas, que son nada? De cierto se hacen alas como de águila, y vuelan al cielo."
(Proverbios 23. 4 - 5)
El pensamiento que encontramos destacado en este lugar es que no es malo ser rico, ni en trabajar para serlo. Sin embargo ello no debe ser el objetivo de la vida.
Vivimos en una sociedad cada vez más materialista, donde se mide a la gente por lo que tiene y no por lo que es. Aun vemos eso dentro de las iglesias, entre los hermanos, pero también con pastores que hacen ostentación de lo que tienen e impulsan en sus mensajes, solo al evangelio de la prosperidad material.
Las riquezas no deberían ser la meta de nuestros corazones. Algunos tienen un ansia, una codicia por acumular dinero hasta el punto en que éste se convierte en un dios. Y convierten esa ansiedad en una lucha, en la máxima prioridad de sus vidas.
Un hijo de DIOS no debe caer en esas pasiones incontroladas. Y si se enfrenta a ese tipo de tentación, puede expresárselo a DIOS en oración, mostrando su disposición a dejarse controlar por el Espíritu Santo.
Todos hemos escuchado de gente que ha ganado millones de dólares y luego lo ha perdido todo. Hasta la persona promedio puede gastar una herencia, o un cheque, a la velocidad de un relámpago y tener muy poco que mostrar por ello. No desperdiciemos nuestro tiempo persiguiendo tesoros terrenales efímeros. Por el contrario, acumulemos tesoros en el cielo, ya que los tales nunca se perderán.
Por ello decimos que el problema no consiste en acumular riquezas. El problema surge cuando el corazón humano tiene un deseo irrefrenable por ganar dinero.
En ese caso estamos frente a la codicia que es, en realidad, una forma contemporánea de idolatría. Y es de la codicia que nos habla este proverbio. Aquellos que adoran el dinero están adorando a un dios falso, y ese dios falso es como un águila que remontará el vuelo en cualquier momento.
El dinero solo tiene dos caras; o es una bendición, o es una maldición; o lo usas o te usa; o te rinde o te le rindes.
Busquemos el beneficio del dinero y no el dinero, cuando pensemos en crear una empresa nunca pensemos en cuanto vamos a ganar o cuanta riqueza vamos a crear, pensemos primero en cómo satisfacer una necesidad. También, en cuánto bien podemos hacer a los demás y tengamos la seguridad de que la empresa tendrá más probabilidades de tener éxito.
Si buscamos el dinero por el dinero, entonces nos rendimos a él y lo convertimos en un dios y “Ninguno puede servir a dos señores, porque odiará al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.” (Mateo 6: 24).
Las cosas de este mundo no son felicidad ni porción para el alma; quienes las aferran tan apretadamente, no pueden retenerlas para siempre, no pueden aferrarse a ellas por mucho tiempo.
Dios les bendiga abundantemente.
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